En el museo de Orsay, como en todo París, sobra arte y sobra gente. En eso es como Roma: ambas minimizadas en su belleza inacabable por el homo sapiens. La diferencia está en que a Roma la minimizan sus politicos y a París, los guiris.
Mucho arte, pues, inabarcable y mucha gente, ayer, en el museo. Aun así, fantástica la exposición "Splendeurs et misères. Images de la prostitution, 1850-1910". Van Gogh y Manet, Picasso y Munch, Toulouse-Lautrec y Degas... pasando por Courbet, Anquetin, Kupka, Rops, Giraud, Rouault, Vlaminck, Van Dongen... Vips todos.
Sólo dos pegas más que añadir al exceso de bípedos: los cristales insufribles que protegen los lienzos pero te alejan de la obra original, y los vigilantes que te impiden hacer fotos y que tuve que esquivar como pude para hacer algunas como ésta: "L'Olympia" (1863) de Manet.
"...leer a los filósofos alemanes no sirve de nada. Para hacer que crezcan patatas, hay que meter en la tierra una patata vieja y dejar que se pudra. Porque la muerte de la patata vieja da vida a las nuevas. Lo podrido actúa como abono, así que de una nacen muchas. Es suficiente. No hace falta leer nada."
Habla Folco en La fine é il mio inizio de Tiziano Terzani
Anteayer, 30 de abril, fue el Día Internacional del Jazz. El primer día del jazz de la historia. Una iniciativa auspiciada por la Unesco a instancias del gran Herbie Hancock, que nace en forma de chaparrón de actividades -conciertos sobre todo-, desplegadas por todo el planeta con la pretensión de
integrar reivindicaciones femeninas, interculturalidad, pacifismo y dignificación
de las personas a partir del propio jazz como elemento aglutinador. Grandes objetivos estos de sesgo filantrópico, dirigidos a inundar la aldea global, que no siempre resultan sencillos
de descodificar. De entrada, las celebraciones no empezaron, como hubiera
sido preceptivo, anteayer, sino el pasado 27, en la aséptica sede parisina de la Unesco,
con mesas redondas, conferencias, talleres y otras gaitas. Nada que ver, obviamente, con las
plantaciones, cárceles, calles, iglesias y tugurios en los que se forjó el jazz primigenio, una
forma musical cuya edad de oro hay que situarla ya muy lejos: en los años 50 del siglo pasado. Cuesta
trabajo imaginarse a Thelonious Monk, Charles Mingus, John Coltrane
o Sun Ra en actos descafeinados destinados a integrar el jazz en la maquinaria ultraliberal de nuestros días, o a Miles Davis, Charlie Parker o Chet Baker, hasta las cejas de heroína,
sonriendo hipócritamente al diplomático de turno.
Así las cosas, a fuerza
de conmemorar un Día De tras otro, se ha terminado por minimizar o fagocitar el valor práctico y diferencial de cada nueva celebración, deviniendo el calendario un caótico
compendio de efemérides, la mayoría banales, redundantes, estúpidas o despreciables, que se suceden sin solución de continuidad: desde el Día de la Marmorta al Día del Número Pi, pasando por los de Halloween, de San Valentín, de la Marihuana, de las Fuerzas Armadas, de la Secretaria, de la Enfermera, del Abogado, de los Cornudos, del Toro Enmaromado, del Perro Callejero, del Dulce de Leche, de la Guerra de las Galaxias o de la Internet Segura. Y así hasta el infinito, lo que no deja de ser sino un reflejo de lo obvio, lo serial y lo vacío de contenido que impregna la cultura humana actual, que da muestras, también de este modo, de hallarse en una especie de fase terminal.
Frente a ello, ante semejante propagación de la chorrada institucionalizada, bastaría, en mi opinión, con dos conmemoraciones mutuamente excluyentes: el Día de la Revolución, para celebrar la destrucción del mundo de mierda que hemos construido, y el Día del Aquí Te Espero, para conmemorar la paciencia e inactividad con la que
seguimos esperando su apocalipsis. ¿Para qué más?
A lo largo de esta última semana, sentado delante de la tele, cien veces me he repetido que es una verdadera insensatez. De poco me ha servido que amigos cercanos me hayan insistido con entusiasmo en la jodida comunión entre lo popular y lo sublime de los Sanfermines. Después de leer Pamplona in July (1923) y Fiesta (1926), entre otros escritos, me siguen importando un carajo las razones que impulsaron a Hemingway a ir a Pamplona cada año por mucho respeto que él pueda merecer. Y tampoco las magníficas fotografías (Guerre à la tristesse, 1955) de la no menos respetable Inge Morath, reportera de Magnum y esposa de Arthur Miller, otro ilustre visitante, me han hecho cambiar el punto de vista. No hay nada que hacer. No soporto la fiesta. No encuentro en ella más que estupidez. Estupidez humana con mayúsculas. La misma estupidez que, por ejemplo, en El Rocío es irracionalidad y aquí es barbarie. Un mundo de tinieblas que, camuflado en atávicos endemismos y tendencias bravas, encontramos en las instantáneas de Julio Ubiña y Ramón Masats.
Sin embargo, lo que hasta aquí parece una sofocante regresión antropológica, se vuelve insulto a la inteligencia cuando la estupidez prospera entre quienes tendrían que erradicarla y, peor aún, se potencia con dinero público. Así, durante más de una semana, los Sanfermines, con el apoyo o la aquiescencia de políticos, intelectuales y artistas, son difundidos con gran despliegue por cualquier medio de comunicación que se precie, prensa seria incluida, al objeto de que se cuelen por nuestros sentidos, en nuestras casas, desde las primeras horas del día, en un intento de hacer que nos sintamos beneficiarios de un gran pastel de adrenalina cuya porción más generosa corresponde a los que corren en Pamplona delante de los toros.
Verdaderos seminarios de casquería intensivos, todos los telediarios arrancan con imágenes de batacazos, aplastamientos, hemorragias y cornadas y con sesudos recuentos de las desgracias más sangrientas del día, repetido todo ello en innumerables ocasiones. Sin embargo, llaman muy especialmente la atención, por encima de cualquier otro artefacto periodístico, las largas retransmisiones matutinas de La 1. Retransmisiones que he seguido, sin perderme una sola, durante 8 tórridos días de 7:15 a 8:30, a fin de penetrar en los secretos de este plato de gusto que, parece, soy incapaz de valorar. Y lo que he encontrado ha sido algo inenarrable: un dislate de zafiedad, de sinrazón, de demencia... Admito que no sé muy bien qué es lo que he visto. Como mínimo, la muestra de periodismo más deleznable que recuerdo.
Creo haber visto "periodistas," ataviados para la ocasión de rojo y blanco, estratégicamente repartidos entre el estudio y la calle -puntos negros, ambulancias, hospitales-, leyendo una y otra vez listados absurdos de heridos históricos, toros asesinos y tragedias terribles, y siempre atentos a las desgracias personales. Muy especialmente a aquellas más cercanas a la lesión crónica o la muerte (¿Cómo quedará el herido de Barakaldo tras su lesión de médula? preguntan cada día al médico sin obtener respuesta).
También he visto mozos que, periódico en mano, se santiguan y cantan 3 veces a San Fermín porque -dicen- están jugándose la vida. Luego, por las calles, divinos, machos alfa, borrachos, guiris, putos bastardos, auténticos o falsos corredores, a miles, atropellados entre los toros o apilados por las aceras valorando la propia vida en una mierda. En ellos la sinrazón transfigura el lenguaje: un cencerro no es un objeto, un cabestro ya no es un animal.
Y he visto caídas, pisoteos, enganches, puntazos, varetazos, derrotes... La cornada es la estrella. Al principio, esperando que llegue, todo parece de relleno: una tragedia histórica rescatada de la hemeroteca, un mozo corneado entrevistado en estudio mientras ve las imágenes de su propia cogida, o, más simple, alguien entrevistado en la calle en el lugar donde murió alguien. Luego, llega por fin la sangre: extremidades astilladas, traumatismos faciales, costillas y pómulos aplastados, cráneos arpados, puntadas en espalda y tórax, carnes abiertas, bucos sangrantes... todo ello desglosado en balances provisionales y definitivos, ubicado en los diferentes tramos del recorrido (Telefónica, Estafeta, Mercaderes...) y mostrado hasta la saciedad, a velocidades diferentes, resaltado con un círculo que llaman la lupa.
De pronto, en pleno éxtasis naïf, cuando ya los Sanfermines superan su ecuador, la presentadora lega a la posteridad, elevándola por encima de los miles de idioteces acumulados durante días, una perla definitiva: "El mayor atractivo es seguir a las víctimas y contabilizarlas". Y da en el clavo ciertamente la cretina, porque no hay más que eso. Clichés, boutades, imbéciles, casquería y sangre. ¿Para qué perderse, pues, en medias tintas? Para el año que viene, en lugar de tanta bazofia light, mejor sería -y más barato- programar un ciclo de películas, una por cada mañana, verdaderamente nutritivo. Ahí va mi propuesta. Espero que sepan disfrutarla.
Santiago Sierra me acaba de dar una grandísima alegría. El artista madrileñoha rechazado el Premio Nacional de Artes Plásticas de este año a través de una carta dirigida a Ángeles González-Sinde. Verdaderamente nos llena de satisfacción, dada la profunda aversión que sentimos hacia la ministra de cultura en tanto que tal, alguien que no es sino una infiltrada del mundo del cine manejando partidas presupuestarias, juez y parte interesada como demuestran los muchos millones de euros que ella misma ha recibido en su etapa preministerial [véase la contundente entrada que dejó Enrique Dans en su blog el pasado lunes, 1 de noviembre: Cine español: fraude y corrupción].He aquí la carta de Santiago Sierra:
Madrid, Brumaire 2010
Estimada señora González-Sinde,
Agradezco mucho a los profesionales del arte que me recordasen y evaluasen en el modo en que lo han hecho. No obstante, y según mi opinión, los premios se conceden a quien ha realizado un servicio, como por ejemplo a un empleado del mes.
Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del estado el prestigio del premiado. Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local.
El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. No señores, No, Global Tour.
¡Salud y libertad!
Santiago Sierra
En su pagina web se puede ver una muestra de su trayectoria artística.
Igual que en Alhaurín el Grande vemos descerebrados de fiesta donde sólo hay hijos de la gran puta cometiendo atrocidades que lo parecen menos por tradicionales, o igual que montamos el mundo en torno a la existencia de dios sin que nadie lo haya visto jamás, aceptamos como hecho natural que, pongamos por caso, un mecánico, a cambio de vivir con las manos sucias en un bucle existencial que sólo se rompe los fines de semana, emplee una buena parte de su sueldo en consumir música, mientras los músicos, especialmente los cantantes, aparecen en nuestra categorización del mundo, y así ha de ser, como figuras especiales que se recortan sobre un fondo de dinero, sexo, drogas, coches y mansiones. Para más inri, el mecánico pagará, probablemente, por ir al Rock in Rio o por el último disco de Bunbury, Shakira, Miley Cirus o Alejandro Sanz en la creencia de que se trata de música y no de la bazofia que realmente es. La culpa de todo ello la tienen las tradiciones, o más exactamente, su mansa aceptación desde la cuna.
Ayer, sin embargo, nos levantamos con una buena noticia: los desarrapados sociales con "inquietudes culturales" se han podido ahorrar ¡5.121 millones de euros! en el consumo de música, cine, videojuegos y libros, sólo en el último semestre, gracias al efecto benefactor que tienen las descargas de internet. Nuestros insignes políticos, siempre atentos a la dignificación de los ciudadanos de más bajo perfil de la aldea neoliberal, debieron de sentirse por ello muy contentos. Sin embargo, otros, como Antonio Guisasola, no se alegraron tanto. Ajeno a la inversión que hace la gente en banda ancha, ordenadores, consolas, televisores LED, ipods,ipads, discos duros, cedés y un millón de cosas más, el presidente de Promusicae acusa al gobierno de blando y lamenta que entre los cantantes que más venden –no habla de los que mejor lo hacen- no haya este año ningún artista nacional y que el año pasado sólo estuviera Pitingo -¡mejor para la inteligencia y el flamenco, sr. mío!-. Tampoco Aldo Olcese, presidente de la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos, parece feliz con que la descarga de libros digitales, hasta ahora casi inexistente, amenace con dispararse.
¡Incomprensible! En un momento en el que algunas redes P2P y webs de descarga individuales, en lugar de ser perseguidas, deberían ser premiadas por el Ministerio de Cultura por su papel divulgador, no se puede entender tanto cinismo ni tanto interés en seguir desplumando a la gente en beneficio de unos pocos. Parece que los viejos árboles de la tradición no dejan ver a algunos que el bosque es nuevo y que ya no volverán los viejos bosques. De momento, no obstante, el pirata de la espesura continua reinando en Sherwood.
Con esta foto, cuya ubicua presencia en la prensa de hoy no se llega entender en modo alguno, no hay necesidad de más argumentos.
Se persiguen, en la teoría al menos, el genocidio, el asesinato, el homicidio, la violación, la pederastia, el secuestro y muchas otras formas de delitos contra la vida, la integridad y la libertad de las personas, así como el maltrato a animales. Se condena incluso el suicidio, la eutanasia, el aborto y hasta la piratería informática. Sin embargo, se pretende seguir prolongando, alimentada en el anacrónico argumentario de las partes interesadas y la aquiescencia de los gobiernos y de espíritus especialmente dotados para el arte, una barbaridad que comporta la muerte de personas.
Así las cosas, y siempre en el respeto a las tradiciones culturales y al menosprecio de la sangre, ¿para cuándo ablaciones de clítoris en directo y en alta definición en nuestros canales televisivos favoritos?
Fueron llegando desde primeras horas de la mañana de un Madrid ya medio aderezado para los faustos navideños que perciben inhóspito. En oleadas, hermanados en la causa común, incultos parahorteras (Antonio Carmona, Rosario, Chambao, Felipe Campuzano, Camela, Malú, Tamara), cantantes átonos (Loquillo, Kiko Veneno), fondones carrozones (Aute, Amancio Prada, Marina Rosell, Peret, Luis Pastor), simpáticos payasos (Bunbury, Martirio), economistas cantantes (Alejandro Sanz, Anita y Víctor, Ana Torroja), células militantes por la destrucción de las ideas (Jaula de Grillos, Pereza, Celtas Cortos, El Canto del Loco, Estopa, La Oreja de Van Gogh, Sidecars), productos basura (Edurne, David de María, Chenoa, María Villalón, Virginia, Merche...)... y así hasta 300, se fueron congregando delante del Ministerio de Industria para hacerle llegar al ministro Sebastián su manifiesto, un manifiesto avalado por 2.500 firmas, encabezado por un lema largamente pensado: La música es cultura. La música es empleo.
La hija pequeña del Pescaílla, subida al tabladillo montado para la ocasión, miró al cielo buscando una bendición que ya no existe al tiempo que espetaba una profunda observación: los músicos también son trabajadores con hijos y están arruinados. Las pancartas robaban luz al día: "Al ladrón, desconexión", "La música se muere", "Músicos o pescadores, todos somos trabajadores". Loquillo, el adalid de la algarada, tomó la palabra: "Nos estamos jugando mucho más que la piratería. Llegará un momento que los músicos españoles tengamos que grabar en discográficas en el extranjero". Antonio Guisasola, presidente de Promusicae, es decir, de los 85 productores que se reparten el 95% de la música española, fue más tajante y claro: el problema sigue siendo el P2P (...) el gobierno tiene esa asignatura pendiente hasta final de año, y nosotros vamos a vigilar para que la saque con buena nota. Aute, prototipo de saurio en extinción, puso la guinda amenazante: "Esto es sólo el principio".
Y todo ello un día después de que ayer, 31 de noviembre, se hubiera dado a conocer una modificación del artículo 34/2002 del 11 de julioy el real decreto 208/1996 del 9 de febrero acerca de la regulación de la información y de la propiedad intelectual frente a la piratería en la red según la cual el Ministerio de Cultura puede ahora solicitar a las operadoras identificar a los delincuentes que se apropien de productos culturales con copyright.
Podrán, no obstante, los internautas con patologías delictivas dormir tranquilos. De momento. Los órganos competentes, concretamente la Comisión de Propiedad Intelectual del Ministerio de Cultura, tendrán por ahora sólo la capacidad de proceder legalmente contra los propietarios de sitios P2P, para lo que contarán con la generosa colaboracion de los ISP (Internet service providers), que habrán de identificarlos si no quieren tener problemas ellos mismos.
Y mientras estos galimatías legales en los que se juega el futuro de la cultura libre y el derecho a la preservación de la privacidad de los ciudadanos van alambicándose sin remedio, se oye una vez más la voz grave de Loquillo, rattus norvegicus: "Somos los que propiciamos esas melodías que se incrustan en nuestros cerebros y corazones. Músicas que enamoran, consuelan, o curan; sonidos que alegran, rememoran, evaden, relajan o estimulan".
Mil gracias, presidente. Hoy, hay que reconocérselo, me ha dado su ilustrísima una alegría de las que no se olvidan.
Gracias, a pesar de que la mayor parte de las nuevas incorporaciones a su equipo de gobierno me guste menos -parece imposible, pero es así- que los ministros que acaba usted de defenestrar.
Mi gratitud, sin ánimo de lucro, porque, aun poniendo en nuestro horizonte un rabioso adversario al que batir, nos libra su eminencia, digno nieto de republicano, de una de las figuras más ineficaces, petulantes e insultantes de la historia reciente de España. Ya veremos cómo haremos para defendernos de la invivible pesadilla de la que alerta Enrique Dans, esa enemiga del conocimiento libre, rica heredera de toda una academia de cine para ella sola, que pone usted en nuestro camino. Pero eso será mañana. Disfrutemos ahora del momento. Carpe diem et noctem.
Mi más sincero agradecimiento, en suma, por librarnos -¿será, finalmente, verdad?- de Cesar Antonio Molina. Rosa Regás, servidor y miles de personas nos vamos a ir a dormir hoy estándole eternamente agradecidos.
Manu Gómez, polivalente artista de 52 años nacido en Mont-sur-Marchienne (Bélgica) y director y guionista relativamente conocido de cortos (L'encadre, Le petit rouge, Ira-diation, In vino veritas...) y películas (el drama fantástico Peccato y el thriller Le prince de ce monde), es otra víctima más de la ola de desalentadora censura, puritanismo irracional y miedo creciente que invade lo que se suponían las trincheras de la libertad, cuando menos cultural, y no ya de Europa, sino del orbe todo. Anteayer fue una película en Holanda, ayer unas viñetas en Dinamarca y hoy su cortometraje Shunga, pictures of spring.
Shunga, término japonés -literalmente escena de primavera- que hace referencia a un género de grabados de contenido erótico documentado ya en el siglo XVI y precursor del manga en general y del hentai en particular, es un cortometraje de animación de 6 minutos grabado en 35 mm. en el que Manu Gómez crea una secuencia dinámica de "shungas" de los ss. XVII al XIX rediseñados por él mismo. Y no hay más. O no debería haberlo más allá de su área de influencia: el arte. Sin embargo, la comisión que se ocupa de otorgar ayudas económicas dependiente de la Comunidad Francesa de Bélgica, noble garante de filtros morales y religiosos, ha decidido que se trata de un obra pornográfica y le ha negado la subvención necesaria para su distribución, con lo que conlleva para Gómez, también productor de la película, y para la inteligencia, que se lleva otra colleja. El hecho resulta especialmente lamentable por cuanto que el trabajo ya ha recibido, por otra vía, alguna subvención y ha sido incluido en la programación de reconocidos festivales como el Annency de 2008 o el Clermont-Ferrand Short Film Festival de este año.
El arte shunga deparaba al artista japonés medieval un beneficio que no obtenía tan fácilmente cuando posaba su mirada en objetos diferentes de los eróticos. Los samuráis lo consumían y nadie andaba jodiendo la marrana, sin embargo hoy, con el arte sometido a las reglas del mercado, a los tejemanejes de taimados políticos fungibles y a la torpeza de grises secretarios, Manu Gómez no ha tenido tanta suerte. De hecho, YouTube, en donde estaba alojado el vídeo cuando inicié este post hace un rato, lo ha removido por violar los términos y condiciones de uso. Pero bueno, se puede ver, joderos, en el blog de Albert Montagne, quien, sabiamente, ha sabido adelantarse a la jugada.
Y si YouTube, que tras firmar un acuerdo con la CBS anda ahora en negociaciones con la MGM, sume a uno en una angustia no del todo inesperada (de mis veinte vídeos de Joni Mitchell guardados hace un año ya sólo pueden verse dos), qué decir del veto de Facebook a los pezones hinchados (y a cualquier teta expuesta en general) que madres lactantes tenían a bien enviar en formato jpg a esta red social y ante cuyas quejas los responsables despliegan una sordera militante.
Por la mañana es la bestia negra de muchos biempensantes, una voz que alerta contra el fundamentalismo, alguien polémico y tajante, provocador y brillante. Luego me voy a comer y acaso me paso con el vino, porque en la sobremesa es un riquísimo hombre de negocios, el orgullo de cualquier universidad que se quiera puntera en el actual proyecto mercantil de mierda hacia el que avanza la universidad de hoy.
Democracia y control mientras Chomsky envejece. Estereotipos. Mundo narcótico.