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03 junio 2011

Italianos 2011: un enigma de 150 años

Ayer, 2 de junio, Italia celebraba el 65º aniversario de la República y, lo que es más importante, el 150º aniversario de su Unificación. Atraída por el meticuloso plan de festejos organizado para la ocasión, mucha gente se desplazó hasta Roma, blindada por medidas de seguridad extremas, desde todos los rincones del país. Allí se dieron cita representantes de 80 países y más de 40 jefes de estado con el fin de refrendar el papel crucial que ha jugado el Belpaese en la historia de la humanidad. Entre otros, Medvedev, Biden, Karzai, Van Rompuy, Kirchner, Ban Ki-moon, Juan Carlos I y Manolito Chaves. Y, por supuesto, Berlusconi, abucheado por su pueblo en diferentes ocasiones a lo largo de la jornada. El mismo pueblo, precisamente, que, para sorpresa del mundo, le ha hecho primer ministro hasta en tres ocasiones a pesar de su impresentable biografía.

Una Italia compleja la de 2011 que, aun con una economía en caída libre, una mafia en expansión por el norte del país, una corrupción a día de hoy no mensurable, una izquierda indecente y no pocos indignados dispuestos a tomar la calle, puede empezar, no obstante, a mirar de nuevo el futuro con algo de esperanza. Tras el mazazo recibido por Berlusconi en Milán, Trieste, Novara y Nápoles la semana pasada, los próximos días 12 y 13 los italianos se pronunciarán en las urnas sobre un paquete de medidas que incluye el rechazo a las nucleares, la privatización del agua y la ley del legítimo impedimento. Un referéndum trascendental para el devenir de Italia que il Cavaliere ha querido manipular e impedir y que, afortunadamente, va a celebrarse.

Sea como fuere, no resulta nada fácil adivinar qué es lo que puede pasar a partir de ahora en el país del oxímoron, la patria de las síntesis imposibles, según lo describía Francesco Merlo (FAQ Italia, 2009), como no lo es aprehender la naturaleza de los italianos. Sin embargo, parece que hay rasgos configuradores de la italianidad que nunca cambiarán y que podemos aspirar a conocer. Para ello, valdrá la pena acudir al excelente animador Bruno Bozzetto, cuya extensa y recomendable obra se ha dedicado, en buena parte, a poner de manifiesto la idiosincrasia nacional. De sus cortos realizados en flash, rescatamos el conocido y genial Europa & Italia (1999). Sus 6 minutos, a la vez que divierten, ponen sobre la pista, aunque sea parcialmente, de quiénes son los italianos de hoy en día.



31 mayo 2011

FC Barcelona, Campeón de Europa de la Ingratitud

El Barça calienta motores. Va a empezar la final de la Champions League. Se la disputa en Wembley al Manchester United. Si el Barça gana, España se convertirá en el país con más copas de Europa (13), por delante de Italia (12). Hasta el mismísimo presidente Zapatero escribe en Marca sobre "El sueño de Wembley".

Comienza el partido. Toda España expectante. Los ojos como platos siguiendo el concierto de Xavi y estremecimientos eléctricos recorriendo la pell de brau cada vez que ese puercoespín conocido como Messi cae al suelo, su territorio natural. Al servicio de la causa culé, una infraestructura impresionante. RTVE hace gala de un escrupuloso despliegue de medios y personas: emocionados locutores e ilustres comentaristas invitados. En el palco de autoridades, el príncipe borbón, haciendo lo más parecido al trabajo que se le conoce, lanza exclamaciones y se levanta de su asiento, flanqueado por un circunspecto Ángel María Villar. Lejos de Londres, en Málaga, su padre, la ministra Chacón y el Jefe del Estado Mayor comentan emocionados el fantástico control de balón de los de Guardiola. En suma, los españoles. Una santabárbara de afecto y emociones que estalla en gritos de alegría cuando, por fin, gana "su equipo".

Empiezan las celebraciones. La euforia se desborda. Banderas catalanas y blaugranas inundándolo todo. Y... ¡oh!, ni una española. Plantado ante la tele, me parece estar viendo a ese hijo con síndrome del emperador que maltrata a su familia, aun cuando esta, precisamente por ello, lo mima y lo colma de regalos en un intento de evitar que la familia salte hecha pedazos por los aires. Y si bien es cierto que detesto los nacionalismos -el que más, por cercano, el español-, también lo es que, aunque de mal grado, los admito. Jamás movería un dedo por combatirlos si los quiere la gente. Sin embargo, hay algo en todo ese júbilo televisado que resulta ruin: la ingratitud, venga de donde venga, es siempre un hecho despreciable.

Cuando llega el momento de recoger la copa, sin saber bien por qué, ya todo me parece deprimente. El brazalete a franjas rojas y amarillas en el brazo de Abidal -un Abidal cuya enfermedad angustió al país entero-. El Guardiola que se pasea con una senyera atada a la copa con gesto carismático y autosuficiente. El Artur Más que responde visca Catalunya cuando le preguntan cómo ha visto el partido. Hasta la bandera de Brasil que rodea el cuello de Alves y la de Canarias que pasea Pedro. Por más que miro y miro, ni una puta bandera española por ninguna parte. Debe de ser una consigna. Ni siquiera Villa, enfundado al día siguiente en la bandera asturiana, o el albaceteño Iniesta portan la más mínima referencia a España, a cuya selección tanto le deben. Y para cuando por fin hay alguien, Zubizarreta, que describe la hazaña del Barça como un triunfo español, su gesto supone ya tan poca cosa en medio de tanta desafección que es como si no se oyera.
Así fue, en suma, cómo el pasado sábado el Barça se coronó Campeón Europeo de la Ingratitud 2010-11, dejándome sin estómago para repetir otra experiencia similar. Al día siguiente, el del paseo triunfal por Barcelona, me largué a Milán a ver el final del Giro y esa sí fue una experiencia saludable. No sólo porque ganase Contador, sino, también, porque los gitanopolitanos milaneses estaban dando una patada en el culo a Berlusconi.

24 febrero 2011

Gaddafi y sus amigos




El coronel no tiene quien le escriba. Y parece no haber vuelta atrás. De nada le han servido sus importantes y renombradas amistades. Amistades ancladas, o al menos eso parecía, en fuertes lazos de cercanía y afecto, de esos que sólo el tiempo es capaz de forjar. A día de hoy, sus amigos le están abandonando. Se le van los ministros. Y es que ya se sabe: el peor testigo, el que fue tu amigo.

En qué quedaron, estará preguntándose en su laberinto el pobre beduino, tantos buenos momentos compartidos con amigos. Su esfuerzo por ganárselos. Su afán por agradarles. De qué ha servido su escenografía impresionante de jaimas, espectaculares modelazos, chutes de bótox, lupas macarras y exóticas guardaespaldas armadas hasta los dientes y siempre disponibles por si el calor aprieta o arrecia el frío.

Pobre Gaddafi y pobres también, no obstante, esos amigos que a buen seguro se sentirán decepcionados porque, de alguna manera, el
Líder de la Revolución les ha fallado. Colegas que, en pleno trance de asimilar el duro revés, no dejan de preguntarse cómo no supieron ver, aun a pesar de los fantásticos servicios de inteligencia con que cuentan, la clase de persona que tenían por amigo. Y es que lo que aquí se pinta, en su expresión más simple, no es otra cosa que un desconsolador paisaje de amistades rotas del que, por lo trascendente de las personas implicadas, queremos dejar constancia y que conviene no olvidar.
Gaddafi
siempre supo mostrarse muy versátil en el modo de relacionarse con su mundo cercano de paisanos beduinos, socialistas sui generis, musulmanes y árabes, haciendo caso omiso de farragosas cuestiones morales, religiosas o ideológicas cuando fue necesario. En él siempre se podía encontrar un apretón de manos, un apoyo, un guiño... de camarada, de socio, de colega, aunque ahora la misma Liga Árabe, cuya presidencia detenta Libia este año, haya decidido impedirle participar en sus reuniones.

Con Zide el Abidine Ben-Ali, compartiendo intereses y experiencias como represores de insurrecciones y amasadores de fortuna.

Luciendo camisa africanista con Meles Zenawi, guerillero marxista y expresidente liberal de Etiopía, y Abdelaziz Bouteflika, malversador de fondos, político todo terreno y hoy presidente de Argelia.

Reluciente y omnímodo, en su versión drag queen, al lado del supermillonario Mubarak, también abandonado por sus amistades.

Posando, carismático, con Bouteflika, Mahmoud el-Abbas, fundador de Al-Fatah y presidente ilegítimo de la ANP desde 2009, y el teniente general al-Bashir, presidente de Sudán y dictador islamista acusado de crímenes de guerra en la región de Darfur.

Gaddafi escucha a Bashar Al Assad, oftalmólogo devenido militar de carrera fulgurante y heredero de la presidencia de Siria, considerado por los EE.UU. y la UE un valor democrático, aunque la procesión vaya por dentro (de Siria).

Por su carisma como líder y por su talante democrático y abierto, Gaddafi fue igualmente reconocido por sus condescendientes vecinos del norte, que vieron en él un puente con el mundo musulmán y supieron perdonarle sus coqueteos con el terrorismo de estado. Sin embargo, ahora, en estos días de convulsión que azotan al Maghreb, la UE ha decidido, todavía con reticencias, imponer sanciones a Libia y suspender cualquier negociación bilateral, al tiempo que Catherine Ashton pide a los libios contención.

Saludando a Durao Barroso, joven maoísta que se hizo de derechas para terminar dirigiendo la Comisión Europea y hacer de maestro de ceremonias en la Cumbre de las Azores.

Berlusconi y Gaddafi han mantenido una estrechísima relación a lo largo de los años repleta de momentos felices y fructíferos. En 2.008, además, Italia y Libia firman un Tratado de Amistad. Anteayer por la tarde, ambos hablaron por teléfono y Berlusconi pidió a su amigo el cese inmediato de la violencia. No sirvió de mucho.

Blair y Gaddafi simbolizando en su apretón de manos la importancia del perdón y la amnesia: Lockerbie nunca existió. Aunque Mustapha Abdeljalil, exministro de justicia de Libia, insiste en que Gaddafi dio personalmente la orden de llevar a cabo el atentado.

Gratos momentos. Ir de la mano de Sarkozy es como tocar a Carla Bruni: sólo para elegidos.

Sellando su amistad en un cálido saludo. Chirac pone la grandeur, Gaddafi su elegancia natural.

Mirando con admiración a Putin, el político con mano de hierro que asusta a los periodistas. Ambos junto con Berlusconi formaron una terna de compadres que se entendía sólo con mirarse.

El socialista portugués Jose Socrates es recibido con un abrazo en la sencilla jaima.

En España también se supo ver lo bueno de Gaddafi y se le perdonaron sus pequeños deslices y sus tics a la hora de gobernar en su largo mandato de 42 años. A fin de cuentas, la Alianza de Civilizaciones es eso, y nuestros políticos le han obsequiado con su apoyo y reconocimiento, compartiendo con él no pocos momentos agradables. Hoy, sin embargo, el gobierno ha decidido suspender la venta de armas a Libia.

Entrañable charla entre dos hombres de talante. Zapatero es feliz. Su cara refleja la consecución de un sueño: mi Alianza de Civilizaciones está por encima de todo.

De tertulia con Berlusconi, otro amigo de sus amigos y el hombre más rico de Italia, y Moratinos, el hipersensible ministro de Zp. Obsérvense los kleenex sobre el taifor. Gaddafi no deja nada al azar.
-Carpe diem. -Pues tú más. Gaddafi también está entre el amplio elenco de amigos de la hedonista Casa Real española.

Incluso Aznar, huraño presidente de la FAES, azote de ecologistas y partidario de bombardear un Irak aun sin armas, es capaz de sentarse y sonreir sinceramente en compañía del hermano Muammar.

Parece, pues, increíble que Gaddafi, quien gozara de una nómina tan variada de amigos importantes, se encuentre hoy prácticamente solo frente al mundo rodeado de un ejercito de mercenarios, cuando hasta en América, de norte a sur, fue respetado y celebrado.

Obama, premio Nobel de la Paz, presenta sus credenciales a Gaddafi. En estos días, contrariamente, amenaza con serias medidas contra Libia.

Tras lustros de una relación imposible, el satánico régimen libio apareció de pronto rehabilitado a los ojos de la administración americana. En la foto, Hillary Clinton con un hijo de Gaddafi en 2009. Tras los últimos acontecimientos, la situación se ha invertido: el régimen vuelve a resultar inaceptable.

Gaddafi parecía haber hecho los deberes. Bush le tendió la mano y Leezza le visitó en 2008 en Libia. El coronel fue muy generoso con ella.

Compañeros de socialismo y rebelión, el coronel Gaddafi y el Chávez sonríen felices con las espaldas bien cubiertas por la guardia amazónica.

Con Daniel Ortega y Fidel Castro, tomando el pulso al marxismo americano.

En fin, Gaddafi fue incluso capaz de bajar a las mismísimas puertas del infierno buscando la amistad. Pensemos, por ejemplo, en Yoweri Museveni, dictador ugandés desde 1986, o en Robert Mugabe, presidente de Zimbabwe desde 1987. ¿Y cómo se le paga...? Quédense con la idea: el peor testigo, el que fue tu amigo.
 

14 septiembre 2009

Homo homini homo

Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit
Plauto (254-184 a.c.)

El martes pasado fui a perderme solo al recién inaugurado René Magritte Museum en el Mont des Arts. Hablar del valor de Magritte como pintor surrealista y figura poliédrica de la primera mitad del siglo XX no tiene aquí sentido, porque no soy quien ni este es el sitio, pero me impresionó una frase suya grabada en una pared. No la recuerdo literalmente, pero venía a decir que el progreso humano se había cimentado en el bien, o al menos en su búsqueda, lo que había permitido el vigoroso desarrollo del mal que él reconoce para su época, una idea que, alimentada en la lectura cotidiana del periódico, me viene acosando hace ya tiempo. Cuando, al salir del museo, entré en un bar a tomarme una cerveza y leer El País del día, esa idea se hizo aún más recurrente. Todo era de ir a mear y no echar gota.

Empecé por saber que se rearma Latinoamérica. Lo que es estupendo, porque gana Francia, que vende, y gana Brasil, que compra, y ganamos todos, porque así las importantes bolsas de crudo que se han descubierto en Brasil y que podrían atraer a desaprensivos no se quedan sin defensa. De este modo, el guardián de la Amazonia -Lula no churrasco en mi lecto- nos garantiza petróleo para un montón de años, y no menos dióxido de carbono, tan del gusto del mundo vegetal. Por cierto, que ni crisis ni hostias, el sector armamentístico sigue acumulando ganancias sin parar. Ahí están USA, Italia y Rusia -oro, plata y bronce, respectivamente, en la carrera filántrópica del presente curso armamentístico- para asegurar la capacidad de defensa de los pueblos de mundo. Tal es el espíritu de la democracia.

Del mismo modo hay que entender el apoyo internacional a Karzai: un apoyo pragmático a la pacificación del narcoestado afgano que se ennoblece en su capacidad de perdonar el magnifico pucherazo de su protegido en las recientes elecciones, al tiempo que Karzai, pastún sunní de probada nobleza y que no va a ser menos, promete dialogar con los taliban, gente sabia, lúcida y abierta, como todos sabemos. Vemos en ello que es nuestra capacidad para penetrar en la otredad lo que nos aúpa a la cima de la cresta evolutiva. Por ella podemos asumir y perdonar por qué Sudán condena a Lubna Hussein por llevar pantalones, aunque no lo entendamos de primeras. Los pantalones eran anchos, no es que fuera marcando mollete, pero eran pantalones, lo que contravenía la ley. Ella debía de saberlo. Es periodista. El tribunal de Jartum le ha impuesto una multa de 150 € -más de la mitad de la rpc anual en Sudán- y la ha condenado a 40 latigazos.

No debemos, en cualquier caso, atribuir este tipo de hechos al Tercer Mundo.

En Estados Unidos, grupos conservadores llaman a Obama bolchevique por alentar a los alumnos a cumplir con sus responsabilidades, lo que no es sino un obsceno intento de ideologizar las aulas que sitúa a don Barack a la altura de un pederasta.

En Italia, Berlusconi está triste. Los suspiros se escapan de la boca de este neosiffredi de biografía admirable con palitroque al servicio de su pueblo. Papi se siente injustamente tratado por la prensa comunista y seudocatólica -concretamente el 90%-. Por fortuna, la gran mayoría de los líderes políticos del mundo hablan con él y le dan ánimos y le visitan en su puticlub.

Y en Japón la promesa de Hatoyama de reducir emisiones contaminantes en un 25% para el 2020 no ha gustado un pijo a las grandes empresas. Hacerlo supondría, alegan, machacar la ya maltrecha economía nipona, lo que no es mentira en absoluto. Y además, de qué serviría esa menundencia dado el inminente apocalipsis del planeta a decir de Ban Ki-moon nada menos.

En la pell de brau, mientras tanto, los progres de ERC no tienen mejor cosa que hacer que andar buscando su independencia por cualquier resquicio. Más o menos lo mismo pero lo contrario que pasa con ese joven condenado por sustituir la bandera española por la republicana en un edificio oficial. Y es que resulta ya muy difícil distinguir al juez del delincuente. Lo vemos en Garzón, imputado por un delito de remover la mierda franquista, algo a todas luces de pésimo gusto, al tiempo que concejales del PP en A Coruña (¿dónde está eso?) se quejan de que el ayuntamiento ande retirando símbolos franquistas sin consultarle. También un concejal del PP se niega a que se retire en Granada una estatua de José Antonio. Y es que hurgar en las cloacas, a lo que es tan aficionado el superjuez, es de pésima educación y carece de otro fin que resetear el odio agazapado. Los herederos de Aznar saben muy bien, a qué negarlo, que las tendencias coprofágicas son aún más deplorables que otras filias (zoo, homo). De hecho, es este pulcro modo de proceder lo que explica la negativa de Rajoy a una investigación interna del caso Gürtel. Eso y que su think tank, afanado en suministrarle paridas diarias que difundir, perdería un tiempo precioso.

En fin, que de todo esto y mucho más -un guante de Michael Jackson de 34.000 €, por ejemplo- habla el periódico. Se cuestiona incluso lo que calla. Oliver Stone, en su férrea defensa de esa bestia política que es Chávez, arremete contra la prensa estadounidense y europea -en concreto El País-, acusándola de ser poco creíble. Y Carlos Fuentes, que come de El País, pide una prensa que cuente la verdad, que es lo que falta en América Latina.

Sin embargo, llegados a este punto (¿me pido otra cerveza?), poco importa ya si la información es veraz o verosímil, parcial o falsa, porque el mundo es un pluscuamperfecto estercolero. El Man to man is an arrant wolfe (homo homini lupus) de Hobbes está pidiendo a gritos una pequeña anotación, porque su idea del contrato social, que había de alejar al hombre de la guerra, su estado natural, parece a día de hoy que no ha valido una mierda. El lobisome de Hobbes se veía impelido por dos fuerzas: el placer, al que tendía, y la muerte, de la que huía. Ahí estaba el progreso si se aceptaba el contrato. Y el hombre renunció a su derecho natural a hacer la guerra.

No obstante, devenido homo homini homo, el hombre ha resultado más letal que su alter-ego cánido, porque no es sólo el hombre bueno de John Locke o Rousseau, que también, sino el uomo stupido de Carlo Cipolla. Buscar la paz a todo trance haciendo caso omiso de la razón profunda de aquellas guerras de la edad oscura, pactar con civilizaciones imposibles, hacer de la corrección medida de la polis, acatar la desigualdad y la injusticia, sonreír al enemigo, convivir con la sinrazón, mirar hacia otro lado, poner la otra mejilla... Todo ello dejó vía libre al lobisome en su afán desenfrenado por la anexión de territorios.

Nuestro mundo al borde del apocalipsis parece no entenderse de otro modo. Perseguir aquel sueño trajo esta pesadilla. El crepúsculo se despliega ante nuestros ojos de ratas sin agallas. Obsérvalo sentado.

27 mayo 2009

Berlusconi y la Italia de los corderos


Los jóvenes universitarios italianos, los modernos, se miraban con complicidad, ratificaban su aura de grandeza y mostraban su solidaridad con el pobre euskaldún cada vez que surgía en clase la dicotomía vasco-español. El resto ni se miraba. Se mantenía en silencio a la vez que ponía el bolígrafo en posición de descanso y tomaba aliento antes de que retornase la lección magistral. Todos, eso sí, sonreían hermanados si una secuencia precisa de fonemas inundaba la atmósfera del aula: B-e-r-l-u-s-c-o-n-i. Viéndolos, uno tenía tenía la sensación de que este admirador-ahijado de Andreotti -ahí debió de empezar todo- y hoy el hombre más rico de Italia, tenía los días contados. Parecía que nadie hubiera votado nunca a Berlusconi, pero, sobre todo, que nadie le votaría jamás.

En cualquier urbe de Italia, allá por el 2003, los manifestantes contra la guerra ponían patas arriba, cada día, el centro città. Con sus insufribles cantinelas y sus percusiones se disparaban las ventas de paracetamol y tapones de silicona. Los tranvías se dormían en fila india y el conductor leía el periódico. No había balcón que no tuviera su bandera arcoiris. Alguien debió hacerse muy rico vendiéndolas. Sin embargo, la gravedad de los acontecimientos bien valía la misa. Daba la impresión de que los alternativos podían serlo de veras, de que cualquiera podía serlo. Los modernos que inundaban los parques los días de sol, con su ropa de marca, sus timbales y sus aperos malabares, con sus porros, sus birras y la mugre estudiada de sus zapatillas y sus pañuelos palestinos. Aquellos que me miraban, irónicos, callaotorgando, cuando yo me cagaba en todos los nacionalismos -empezando por el vasco y el español-. Acaso Italia entera. Todo el mundo, liberado de poses y de miedos, parecía haber sufrido una feliz transformación. Parecía, en fin, que, si de todos ellos hubiera dependido, Berlusconi habría sido en aquel momento, como su paisano Rascayú, un cadáver nada más.

De hecho, entre suspiros de alivio, Berlusconi dejó la presidencia en 2006. Se desdibujaba así la imagen persistente de una Italia deficiente mental y sensorial y se sembraba olvido en un erial de podredumbre, al tiempo que se inyectaba vitaminas y cemento en una izquierda raquítica y multifragmentada. Pero sólo fue un espejismo. Algo menos de dos años después, un pueblo entero, o más de medio, se dejó engañar de nuevo por la cara visible de la mafia. Chistes y chascarrillos, amenazas, promesas y regalos, populismo, paternalismo, prepotencia... El pueblo italiano -aunque aún haya hoy quien pronostique sacudidas sociales de peso-, devenido ante el mundo un ejercito de idiotas masoquista, baqueteado cien mil veces en el arte de la broma pesada, había vuelto a caer en las garras del monstruo más espeluznante nacido de sus propias entrañas desde Mussolini. "¿Hasta cuándo, Berlusconi, abusarás de nuestra paciencia? se pregunta hoy un desesperado Saramago.

Señalado por su relación con la mafia hace ya muchos lustros, Don Silvio siempre destacó por sus selectas amistades. En 1994, acomete su asalto al poder apoyado en su vasto imperio empresarial y en la Lega Nord, integrada por ultraderechistas, ultranacionalistas y antieuropeístas con quienes convivirá hasta hoy en una ósmosis no exenta de altibajos. La Lega, fundada por Umberto Bossi, quien en algún momento de su tormentosa relación califica a Berlusconi de mafioso incontestable, inicia su andadura con una fuerte aversión hacia los inmigrantes suritalianos de la Padania, para, más tarde, extender su homofobia a los inmigrantes en general, con una especial predilección por musulmanes, rumanos, albaneses y chinos. Y tampoco ha hecho ascos a integrar en su reciente Popolo della Libertà (continuación de Forza Italia) a los fascistas de Alleanza Nazionale, cuya cara más amable es la de Gianfranco Fini, su líder desde hace 15 años. Curiosamente, Alianza Nacional vio en 2003 cómo Alessandra Mussolini abandonaba la organización porque el blando de Fini en un viaje a Israel como vicepresidente del Consejo de Ministros se había atrevido a condenar las leyes racistas promulgadas durante el gobierno fascista de su abuelo.

Dueño de la casi totalidad de los medios audiovisuales del país, Berlusconi controla la prensa escrita haciendo uso de la intimidación y la censura de forma habitual -el filme Shooting Berlusconi, sistemáticamente ignorado, es sólo una muestra reciente- y carga contra periodistas, humoristas, jueces o políticos, cualquiera que se le oponga, porque, dice, lo machacan a diario. Y ÉL, tal es su sentido del deber, lo soporta con férrea resignación, aunque a ÉL lo que le gustaría es irse a casa a ejercer de abuelo.

Impulsor de una reforma de la ley de seguridad que hiela la sangre en las venas, Berlusconi obtiene el año pasado la aprobación de una ley que limita las escuchas telefónicas a los delitos más graves -mafia y terrorismo-, lo que conlleva que las escuchas anteriores a la entrada en vigor de la ley no sean tenidas en cuenta, algo que le beneficia claramente por lo que respecta al llamado caso Saccà, fundamentado en unas grabaciones que le muestran presionando a un director de la RAI, Agostino Saccà, con la intención de que contrate a mujeres de su predilección.

Siempre en busca de inmunidad para quedar impune, primero en 2004 con el lodo Schifani y luego en 2008 con el lodo Alfano, manipula las leyes, contra todo y contra todos, en su beneficio. Lo pone de manifiesto el caso Mills, que vuelve a la palestra informativa por enésima vez. Mills, abogado inglés, curiosamente marido de una ministra de cultura del gobierno Blair, recibió unos 400.000 euros para que, allá por 1997, no revelara, en su condición de testigo, datos acerca de algunas empresas afines a Mediaset que servían para blanquear dinero. La esposa de Mills tuvo que dimitir en Inglaterra; Berlusconi y Mills, en Italia, fueron feliz e irregularmente absueltos.

Así las cosas, que su mujer pretenda apretarle las tuercas por ser un mentiroso machista que ha convertido el país en un peligroso reality en caída libre, que la presidenta del tribunal de Milán, Nicoletta Gandus, reabra con bríos renovados el caso Mills, que Antonio di Pietro ayer mismo haya presentado una moción de censura en el parlamento contra el escudo de defensa que es para Berlusconi el lodo Alfano o que toda la prensa mundial se muestre expectante y atónita ante la deriva de Italia un día sí y el otro también, todo ello, pienso, pone un poco de esperanza en el pertinaz caminar de los italianos hacia el abismo, aunque sea ésta la esperanza del que ya la ha perdido tantas veces que no cree que las cosas puedan cambiar sino a peor. De momento, nuestro hombre está viendo en este preciso instante la final Barça-Manchester con Zapatero a su derecha y el rey de España a su izquierda, sonrientes todos ellos. Así está el panorama. Y no hay otro. Nosotros, sin embargo, por si acaso... incrociamo le dita.