Shunga, término japonés -literalmente escena de primavera- que hace referencia a un género de grabados de contenido erótico documentado ya en el siglo XVI y precursor del manga en general y del hentai en particular, es un cortometraje de animación de 6 minutos grabado en 35 mm. en el que Manu Gómez crea una secuencia dinámica de "shungas" de los ss. XVII al XIX rediseñados por él mismo. Y no hay más. O no debería haberlo más allá de su área de influencia: el arte. Sin embargo, la comisión que se ocupa de otorgar ayudas económicas dependiente de la Comunidad Francesa de Bélgica, noble garante de filtros morales y religiosos, ha decidido que se trata de un obra pornográfica y le ha negado la subvención necesaria para su distribución, con lo que conlleva para Gómez, también productor de la película, y para la inteligencia, que se lleva otra colleja. El hecho resulta especialmente lamentable por cuanto que el trabajo ya ha recibido, por otra vía, alguna subvención y ha sido incluido en la programación de reconocidos festivales como el Annency de 2008 o el Clermont-Ferrand Short Film Festival de este año.
El arte shunga deparaba al artista japonés medieval un beneficio que no obtenía tan fácilmente cuando posaba su mirada en objetos diferentes de los eróticos. Los samuráis lo consumían y nadie andaba jodiendo la marrana, sin embargo hoy, con el arte sometido a las reglas del mercado, a los tejemanejes de taimados políticos fungibles y a la torpeza de grises secretarios, Manu Gómez no ha tenido tanta suerte. De hecho, YouTube, en donde estaba alojado el vídeo cuando inicié este post hace un rato, lo ha removido por violar los términos y condiciones de uso. Pero bueno, se puede ver, joderos, en el blog de Albert Montagne, quien, sabiamente, ha sabido adelantarse a la jugada.
Y si YouTube, que tras firmar un acuerdo con la CBS anda ahora en negociaciones con la MGM, sume a uno en una angustia no del todo inesperada (de mis veinte vídeos de Joni Mitchell guardados hace un año ya sólo pueden verse dos), qué decir del veto de Facebook a los pezones hinchados (y a cualquier teta expuesta en general) que madres lactantes tenían a bien enviar en formato jpg a esta red social y ante cuyas quejas los responsables despliegan una sordera militante.
¡Grandes cosas veredes, Joselito! ¡Y bien gordas!
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