17 junio 2011

Violencia. Welcome to the terrordome

A John Lennon, es sabido, algo le empujó a hacer una pequeña modificación en la letra de la segunda versión de Revolution. Si en la primera -agosto de 1968- se decía when you talk about destruction, don't you know that you can count me out, en la segunda lo que se oía cantar era ...you can count me out, in. En pocas semanas, su pacifismo de corte orientalizante, propio de la época y causa de estupor en los movimientos de izquierda, había cedido a sus incertidumbres en cuanto a los modos de luchar para cambiar el mundo, algo más acorde con su origen proletario.

Parecidas cuitas debieron de ocupar la mente del joven Ernesto, quien, no viendo otro modo de enfrentarse a la inmensa pobreza y la injusticia criminal que veía correr por las siempre abiertas venas de América Latina, decidió combatir al enemigo con sus mismas armas. De este modo, la lucha armada se extendió desde la cabeza del Che hasta las mismísimas orillas del río Congo.

En uno y otro, podemos ver cómo el fantasma de la violencia está siempre ahí, en nuestra cabeza, acechando en la oscuridad del pensamiento lobisome. Se sabe: las guerras las hacen los malos, pero también los buenos. Sin embargo, cuándo deciden estos adentrarse en el corazón de las tinieblas es un detalle muy difícil de pronosticar.

Los episodios acaecidos en el Parlamento de Barcelona han hecho correr ríos de tinta, torrentes de palabras, océanos de tweets en estos últimos días. La palabra violencia está por todas partes. Se cuestiona la violencia de los mossos. También la de los indignados. Todo el mundo anda enfrascado en determinar si tal o cual comportamiento constituye un acto de violencia inaceptable. Y en todos los casos, las datos se interpretan, se niegan, se ignoran o se tergiversan según sean los ojos que los miran. Básicamente, dos tendencias opuestas tratando de imponer un pensamiento único y una tercera vía abriéndose paso con gran dificultad a pesar de unos cuantos hechos incuestionables: que había policías infiltrados con más que probables turbias intenciones, que un salivazo o un manotazo indignados son formas de innegable violencia y que la gente sentada en el suelo aporreada por la policía era gente real y no de goma.

En fin, ¿para qué hablar más de ello? No importa ya tanto lo que ha pasado [pueden leerse al final diferentes interpretaciones de los hechos] como el papel que puede jugar la violencia en la España crispada que se nos viene encima. Parece claro que la insurrección pacífica es el arma principal con que cuentan los movimientos de protesta. Lo único a fecha de hoy capaz de desarbolar el andamiaje de injusticia, probablemente milenario, que se pretende combatir, y que, por tanto, debemos preservar como oro en paño. Sin embargo, convendría no ignorar ciertos supuestos que se derivan de la observación de los datos sensibles. Existen millones de parados, ancianos empobrecidos, gente sin casa por no pagar fraudulentas hipotecas, trabajadores con salarios de miseria y sin derecho a nada. Gente exprimida como naranjas que convive con deportistas, artistas, empresarios, ejecutivos y banqueros millonarios con mansiones de lujo, una casta en la que los mismos políticos aspiran a integrarse. Políticos que, en lugar de defender la justicia social, cobran varios sueldos, mienten sin pudor, intercambian alcaldías como si jugaran a los barquitos e incumplen sus promesas electorales. Políticos, en suma, que, con la intención de perpetuar un modelo corrupto, defienden a sus iguales, les tapan sus vergüenzas y los premian con cargos, con inyecciones de dinero o impidiendo que salgan a la luz sus secretas cuentas millonarias alojadas en paraísos fiscales.

En esta tesitura, si las situaciones de extrema injusticia que hoy se están denunciando se prolongan y la movimiento 15M decide mantenerse firme en sus justas reivindicaciones, un simple razonamiento lógico nos lleva, inexorablemente, a una conclusión única: habrá violencia. Venga de donde venga. Pero habrá violencia. Y en evitarlo debería poner todo el mundo el mayor empeño. De no ser así, habrá que irse preparando. A mí ya me parece estar oyendo a Public Enemy, invitándonos a entrar en un mundo de delirio y caos: welcome to the terrordome.

Mejor que no.





Para saber más

Enrique Dans (El blog de E.D.): NO
Antón Losada (El Periódico): No más lecciones de democracia
Joseba Elola (El País): Los indignados no son violentos
Daniel Díaz (Ni libre ni ocupado): ¿Soy yo el violento?
Carlos Taibo (Rebelión): El acoso al 15-M
Pilar Rahola (La Vanguardia): Indignados indignos

03 junio 2011

Italianos 2011: un enigma de 150 años

Ayer, 2 de junio, Italia celebraba el 65º aniversario de la República y, lo que es más importante, el 150º aniversario de su Unificación. Atraída por el meticuloso plan de festejos organizado para la ocasión, mucha gente se desplazó hasta Roma, blindada por medidas de seguridad extremas, desde todos los rincones del país. Allí se dieron cita representantes de 80 países y más de 40 jefes de estado con el fin de refrendar el papel crucial que ha jugado el Belpaese en la historia de la humanidad. Entre otros, Medvedev, Biden, Karzai, Van Rompuy, Kirchner, Ban Ki-moon, Juan Carlos I y Manolito Chaves. Y, por supuesto, Berlusconi, abucheado por su pueblo en diferentes ocasiones a lo largo de la jornada. El mismo pueblo, precisamente, que, para sorpresa del mundo, le ha hecho primer ministro hasta en tres ocasiones a pesar de su impresentable biografía.

Una Italia compleja la de 2011 que, aun con una economía en caída libre, una mafia en expansión por el norte del país, una corrupción a día de hoy no mensurable, una izquierda indecente y no pocos indignados dispuestos a tomar la calle, puede empezar, no obstante, a mirar de nuevo el futuro con algo de esperanza. Tras el mazazo recibido por Berlusconi en Milán, Trieste, Novara y Nápoles la semana pasada, los próximos días 12 y 13 los italianos se pronunciarán en las urnas sobre un paquete de medidas que incluye el rechazo a las nucleares, la privatización del agua y la ley del legítimo impedimento. Un referéndum trascendental para el devenir de Italia que il Cavaliere ha querido manipular e impedir y que, afortunadamente, va a celebrarse.

Sea como fuere, no resulta nada fácil adivinar qué es lo que puede pasar a partir de ahora en el país del oxímoron, la patria de las síntesis imposibles, según lo describía Francesco Merlo (FAQ Italia, 2009), como no lo es aprehender la naturaleza de los italianos. Sin embargo, parece que hay rasgos configuradores de la italianidad que nunca cambiarán y que podemos aspirar a conocer. Para ello, valdrá la pena acudir al excelente animador Bruno Bozzetto, cuya extensa y recomendable obra se ha dedicado, en buena parte, a poner de manifiesto la idiosincrasia nacional. De sus cortos realizados en flash, rescatamos el conocido y genial Europa & Italia (1999). Sus 6 minutos, a la vez que divierten, ponen sobre la pista, aunque sea parcialmente, de quiénes son los italianos de hoy en día.