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09 noviembre 2010

La cuestión saharaui: a quién le importa

¿Qué es lo que pasa hoy con Marruecos, que no pasara ayer, para que anden todos los periodistas en clave tribulete-en-las-trincheras dando muestras de su gran sensibilidad y humana condición? Da risa verlos tan sobrecogidos y atareados con los recientes episodios del Sáhara, toda vez que Marruecos no ha cambiado nada, ni en el fondo ni en la forma, en los últimos 50 años.
Lo que hoy está ocurriendo en la Saghya l-Hamra era algo absolutamente esperable. En las últimas décadas, el apoyo de los estados a Marruecos ha sido persistente –especialmente constante el de Francia y España, y, por supuesto, el de Estados Unidos-, y Marruecos no se ha visto jamás forzado a modificar un ápice sus arbitrariedades ancestrales. Ni tan siquiera pasó nada cuando Driss Basri, ministro de Interior en los años de plomo, fue relegado de sus funciones por Mohammed VI –lo que supuso un hito en la creación de expectativas para el Maghreb l-Aqsa que rápidamente quedaron truncadas-. En lo que afecta particularmente a España, no es sólo que se haya apoyado a Marruecos a pesar de su rechazo al plan Baker en sus diferentes versiones, sino que se le ha armado hasta los dientes, lo mismo con el PP que con el PSOE. Este mismo año, España ha sido denunciada por diferentes organizaciones por la venta de armas. Las justificaciones esgrimidas por el gobierno, por boca de Silvia Iranzo, secretaria de estado de Comercio, se movieron entre el cinismo y la banalidad intencionada.
No se trata, en cualquier caso, de información secreta. Basta con escribir en el buscador de Google “venta de armas Marruecos” y sin salir de los primeros 10 resultados ya tendremos datos suficientes para tener una idea ajustada de lo que estamos hablando.
Por otra parte, hay otra perspectiva que no conviene desdeñar. Los gobiernos de Hassan II y, después, de su hijo han descontado durante decenios un significativo porcentaje del sueldo mensual de sus funcionarios para defender la marroquinidad del Sahara -al tiempo que se maquillan con tintes patrióticos el empobrecimiento generalizado de la gente y la desaparición de las clases medias-. En otras palabras: los marroquíes han pagado la integridad territorial con su dinero en cómodas (o no) cuotas mensuales. ¿A ver quién les dice ahora que el Sáhara no es suyo sin que haya un levantamiento popular?
Así las cosas, no es a Marruecos a quien en primera instancia habría que condenar, sino a una prensa mamarracha, la nuestra, a la que le impresionan unos cuantos cadáveres pero que no denuncia con el mismo énfasis los pasos que llevan a la masacre, y a un gobierno mezquino, el nuestro, que se convierte en cómplice de la reiterada violación de los derechos humanos a cambio de unos ilusorios acuerdos pesqueros, el beneficio de unas pocas empresas y poco más. Sigamos, pues, con nuestros alonsos y gasoles, nuestros messis, charlemos sobre el Papa, ocupémonos del lenguaje sexista, de la y griega y de la posible desaparición de Zapatero (el apellido), pero no nos obliguen a emplearnos en temas que, por manidos, nos amargan el día porque ponen de manifiesto nuestras propias miserias y nuestra proverbial hipocresía.