10 febrero 2010

A peor (in honorem Vic Chesnutt)

Acabo de regresar. He vuelto. Más de 7 semanas de vacaciones navideñas en mi huida. Escondido en una fría madriguera castellana, a 20 pulsaciones del letargo y a 30 de la muerte, entre alcohol, videojuegos, música y ágapes, toqué con los dedos un suicidio simbólico. El mundo se me había subido a la espalda como una pesada losa cuando el 2009 ya hacía caja. Pero he sobrevivido. A medida que la distancia fue pintándome una realidad menos arisca, el deseo de volver fue haciéndose más persistente. Y aquí estoy. Puede que para regocijo de mis muchísimos lectores, aunque no para el mío, porque es obvio que todo fue puro espejismo, pésima previsión frente al oscuro panorama que ahora encuentro.

Antes de irme, el desplome económico todavía mostraba signos de esperanza en la aldea global -quién oía a los expertos que avisaban de que lo mejor estaba por venir-. Hoy, se abre a nuestro paso un abismo insondable y la caída en picado del Ibex 35 me mantiene en un estado prolongado de vigilia -nadie pregunte por qué-. Donde entonces teníamos a Solbes capitaneando la debacle financiera y a su presidente hecho un Dan Defensor, ciego pero contento, de las causas sociales, tenemos ahora a la pija Salgado y a ZP queriéndonos joder con recortes al derecho de jubilación, al tiempo que leemos que el presidente del BBVA ha recibido ¡¡¡80 millones!!! de euros de pensión tras haber cumplido ¡¡¡65 años!!! Vamos, que me fui viendo a los socialistas cagarse en el socialismo y, a día de hoy, me los encuentro haciendo sus necesidades sobre el obrero mismo.

Como en Eternal sunshine of the spotless mind, 7 semanas y dinero me costó borrar un arsenal de imágenes sangrantes. Sin embargo, si difícil había sido olvidar a ZP, por poner al azar un ejemplo del deporte, babeando ante Nadal tras la victoria en la Copa Davis a la vez que ninguneaba a los demás miembros del equipo -y a quienes consiguió cabrear-, más lo es ahora, en medio de esta crisis, ver a Florentino Pérez prometer un millón de euros a su equipo por ganar la Champions y la Liga o comprobar lo que ganan ciertos deportistas (Gasol se habrá embolsado, ingresos publicitarios aparte, ¡¡¡30.000 millones!!! de pesetas en 2.014 sólo por tratar de meter una pelota en un aro; y lo mismo puede decirse de Cristiano Ronaldo, quien, sólo por colocar de vez en cuando un balón un centímetro más allá de un travesaño, gana ¡¡¡1.500 €!!! la hora los 365 días de 24 horas del año).

Incluso el mundo virtual me impelía a poner tierra de por medio. Empezaba a estar hasta el nardo de tanto bloguero empajillao acribillándome sin protección con sus listas de lo mejor del año. Sin embargo, ahora, curiosamente, aparte de con la estúpida lista de Rockdelux, me topo con un progresivo despoblamiento de la blogosfera que corre paralelo a una palpable y constante migración a Facebook por parte de millones de personas dispuestas, no digo yo que todas, a soltar zafiedades, perogrulladas, incongruencias e intimidades sin ruborizarse lo más mínimo.

En cualquier caso, para ser sincero -yo también soy un pajillero exhibicionista-, lo que a mí me empujó en mi huida fue un profundo y reciente desamor, o, más exactamente, una ruptura. Lily Allen, más bonita que ninguna, me había abandonado cuando más la quería, en ese inerme momento en que el amor más que amor es narcolepsis. Yo no me enteraba de nada, pero en su horizonte sólo aparecía, clara, una máxima: o soy una star o no soy nada. Y, amarga casualidad, se había lanzado a una campaña feroz contra los piratas -yo incluido-, y a continuación, de cabreo, había decidido dejar la música. De modo que así y ahí me quedé yo, más solo que la una, a primeros de octubre. Hoy, cuando vuelvo, sin haberla olvidado, su imagen, gorda y desmejorada, luciendo una terrible celulitis, me resulta impactante. En fin... que no sé si alegrarme, la verdad.

Sin embargo, a toda esta verbena tragicómica pone la guinda, cuando me entero con mes y medio de retraso, la muerte de Vic Chesnutt. Tetrapléjico experimentado y entrañable batallador por la legalización de la maría, Chesnutt abandona este mundo como músico inmenso el día de Navidad dejándome con un nudo en la garganta. Se mueren, pues, las personas y se quedan los perros con sus huesos en este puto mundo en el que parecen justificarse, cada vez más, el individualismo, la sinrazón, el radicalismo y la apatía.

Hasta el año que viene... O hasta nunca.