13 diciembre 2011

Entre berlusconis: vivir y morir en la Italia de las ciudades


Acelera y se adelanta hasta pisar el asfalto. Se para. Mira a cada lado. Extiende los brazos con las manos abiertas. Los coches pasan por delante en un visto y no visto desde uno y otro lado. Impotente, con la paciencia de Job, aunque con menor fortuna, espera hasta que, al fin, se para uno, y luego otro, y otro más. Dispuestos en fila india, los mira, no obstante, con cautela. Para asegurarse. Baja entonces los brazos y se echa a caminar por el paso de peatones. Tras él, su hijo Alessandro, de siete años, y su mujer. De pronto, como un heraldo del infierno, un Clio negro irrumpe por la izquierda de los tres vehículos parados a gran velocidad y desaparece sin pararse. Alessandro ya no existe. Y él casi tampoco. Pasó en Turín, en pleno centro, hace nueves días.

Hoy aquí, en Roma, yo he tenido más suerte. Caminábamos por un barrio tranquilo y poco transitado de chalets. Cuesta abajo. En la calle estrecha, los coches, pegados contra los muros, ocupaban la acera sin dejar un resquicio y nosotros, yo delante, íbamos inevitablemente por la calzada. Cuando ya acababa la calle, desembocando en otra perpendicular, apareció una moto por la izquierda como una exhalación y en una décima de segundo tuve la muerte de frente a pocos centímetros. Fue solo la habilidad del motorista lo que evitó que él o yo, o ambos, estemos ahora con Alessandro y con los otros cientotreinta que han muerto en idénticas o parecidas circunstancias en Italia en lo que va de año.

Invisibles marcas viales borradas por el tiempo. Semáforos escondidos tras los árboles. Señales garabateadas, convertidas en anuncios o tiradas por los suelos. Aceras, áreas para discapacitados y  pasos de peatones utilizados como aparcamiento por individuos alfa. Ciudades metálicas convertidas por homicidas egocéntricos en selvas opresivas y mortíferas, en las que convendría abolir no ya los pasos de peatones, como sugiere Beppe Grillo, sino, incluso, los semáforos. Tal vez así, acabando con la falsa sensación de seguridad que producen, la gente tome conciencia de la sociedad preapocalíptica en que vive y active su instinto de supervivencia.

Si alguien pensó por un momento que Italia iba a ser otra cosa solo por que il cavaliere è andato via, puede ir cambiando de idea. Hay por ahí miles y miles de berlusconis a escape libre y sin encarcelar.

En la jungla de asfalto...
Invisibles e ignorados pasos de peatones
Semáforos mimetizados con el entorno
Novedosas formas de publicidad
Híbridas manifestaciones de arte urbano
Una nueva lógica para el III milenio
Agostini, Rossi, Cadalora, Biaggi, Capirossi, Dovizioso, Simoncelli... y YO
Aceras, áreas para discapacitados, salidas de garaje o la propia calzada... Todo vale
Y lo que no vale, se tira
¿Quieres mi sitio? Pilla mi minusvalía
Sí, quiero aparcar aquí de nuevo. Por eso elijo...
Para Via della Degradazione, siga la flecha

30 noviembre 2011

Un nuevo yerno para el rey Juan Carlos


Excmo. Sr.

le ruego me perdone la osadía de dirigirme a S.M. sin pasar por el Jefe de la Casa Real, pero entiendo que es lo más conveniente, dada la naturaleza del asunto que me trae y que de inmediato paso a comentarle.

Siendo tantísimos los casos conocidos en la historia reciente de tercos delincuentes que se pasean impunes por ahí con los bolsillos llenos, y que, aun así, no son sino unas pocas gotas en la mar oceana, no se atisban en el horizonte señales de que la Justicia de este país vaya a empezar a funcionar con eficacia a corto plazo. Y eso es hasta tal punto cierto, que el proceso que parece conducir inequívocamente a que S.A. el Duque de Palma se siente en el banquillo, bien podría quedar en nada, como es mi deseo, poniéndose así fin a la aflicción que a S.M. enoja y acongoja en estos días. Sin embargo, son tales la enjundia de las tropelías que ha perpetrado el Sr. Urdangarín y la evidencia que hay de ellas, que podría ocurrir que acabaran pasándole factura no ya a él, sino a toda la Casa RealImagino es Usted consciente de ello. Un delito de tal envergadura no sólo da alas a quienes siempre han querido erradicar la monarquía de la faz de la Tierra, sino que comprometería muy seriamente a S.M., habida cuenta de que sus haberes y movimientos son, cuando menos, tan oscuros como los de su yerno favorito, pero muchísimo más injustificables, si cabe. 

En ese sentido, estimo legítimo y muy acertado que requiriera su presencia en la Zarzuela al objeto de reprenderlo y obligarle a exculpar a su hija, S.A. la Princesa Cristina, de suerte que la culpa recaiga sobre él. Sabido que, salvo S.M., cualquiera puede ser juzgado, no es un dato trivial que ella, en tanto que vocal en la junta directiva del Instituto Nóos y secretaria del consejo de administración de Aizoon, tendría bastantes papeletas para verse imputada y acabar en la cárcel. Además, el espectacular patrimonio acumulado en poco tiempo lo es tanto de ella como de su marido. ¡Qué harían entonces los pobres nietos de S.M. con los padres en el trullo, dado que, a pesar de aparecer ya algunos de ellos como accionistas de la sociedad Namaste 97, no están en edad ni de vivir entre rejas ni de administrar cuentas corrientes!

En fin, de sobras sé que no hay necesidad de imaginar escenarios tan lúgubres. Con una corrupción tan bien sedimentada como la nuestra, probablemente todo quedará en nada y podrá S.M. volver a su regia hoja de ruta. Ojalá. Ahí están Mario Conde, Francisco Camps, Alfredo Sáenz y tantos otros. Sin embargo, Dios no lo quiera, si el Sr. Urdangarín acabara en la cárcel y S.M. decidiera degradarlo de familia real a familia del rey y forzarle el divorcio, permítame el atrevimiento de recomendarle como sustituto, y es este el verdadero leitmotiv de mi escrito, a quien en 1992 solicitara la mano de su hija, sabiendo retirarse decorosamente tras admitir su derrota frente a las habilidades de S.A. el Duque de Palma. No sé si se acuerda de AlbertPla, un ser excepcional cuya firme candidatura quiero aquí defender. La carta que a S.M. dirigió entonces el sr. Pla es hoy cima de la literatura epistolar e hito de la cultura hispánica, pero, sobre todo, muestra viva de acatamiento a la Corona, como puede ver y oír a continuación.

Pista 03 by Albert pla on Grooveshark
Mi Majestad,

espero no ofenderlo ni irritarlo, Majestad,
pero mi deseo es casarme con su hijita, Majestad.
Quizás sea una osadía pedir la mano de su hija
y no me creáis oportunista ni un playboy, mi Majestad.
No pretendo enriquecerme ni quiero palacios
ni pajes ni yates
ni quiero ser duque o tener chambelanes,
no deseo aprovecharme ni robarle nada,
es cuestión de amor.

Que estoy loco de amor por la princesa, Majestad,
entiéndalo, Rey mío, por favor, compréndalo.
Aunque sea soberano, supongo que será humano,
como el resto de sus siervos también tendrá sentimientos.

Yo sé que vos realmente también os cagáis
y folláis y sudáis como yo, esto es real,
así que présteme un poquito de atención,
le hablaré francamente frente a frente, Majestad.

Quizá yo no sea el yerno que soñó, mi Majestad,
nunca tuve dinero ni soy conde o caballero,
no llego ni a hidalgo, ciudadano raso,
mi estirpe no es noble pero mi nobleza
me obliga a decirle la verdad.

Sería mentirle si digo que tengo respeto por la monarquía,
siempre me he cagao en las dinastías

y en las patrias putas, las banderas sucias,
los reinos de mierda y en la sangre azul.

Mi Majestad,

ahora es el real decreto del corazón, mi Majestad,
que me arrastre y que reniegue por amor, mi Majestad,
pues si la fe mueve montañas, el amor remueve el alma,
y hasta el ser más consecuente ante el amor pierde su honor.

Yo por amor soy capaz de mandar a la mierda
mis firmes principios de republicano,
cambio de camisa y rindo pleitesía a la monarquía,
¡que viva el amor!
que me convirtió en su esbirro, Majestad.

Solo pensar que quisierais ser mi suegro, Majestad,
yo ya le adoro, ya le adulo y hasta le beso en el culo,
le prometo ser bueno, un digno yerno, Majestad.

Si me caso, me transformo como en ese cuento
aquel sapo que por un beso se convirtió en príncipe encantado,
y así por un beso de su princesita
también yo me vuelvo en to lo que usted quiera.

Seré su súbdito amado, su sumiso esclavo,
su obediente criado, su subordinado y devoto lacayo.
Le juro ante dios y ante el cielo y la Biblia
¡que viva el Rey!


Savia nueva para la monarquía
Le ruego, en suma, Majestad, contemple la posibilidad de acoger a Albert entre los suyos, porque un grandísimo esfuerzo no merece sino equivalente recompensa. Y digo más: siendo su deseo de entroncar con los Borbones tan hondo y sincero, y tan grande, al mismo tiempo, la necesidad de la monarquía de nuevos súbditos, bien podría igualmente casarlo con S.A. la Princesa Elena, si, finalmente, su hija pequeña termina, perdone la expresión, pudriéndose en la cárcel. A fin de cuentas, visto lo visto, sea sustituyendo a Urdangarín o a Marichalar, no puede S.M. sino salir ganando. Vea, si lo tiene a bien, el vídeo que le adjunto a continuación y dígame si no estoy en lo cierto.

En fin, no le canso más, Majestad. Sin otro particular, y en el deseo de poder ver cumplidas mis expectativas, quedo a su entera disposición.
Su humilde súbdito.

21 noviembre 2011

Un objeto inanimado llamado Zapatero

I Pity Inanimate Objects by Godley and Creme on Grooveshark

I pity inanimate objects, because they can't move.
From specks of dust to paperweights or a pound note sealed in resin.
Plastic Santas in perpetual underwater snowstorms.
Sculptures that appear to be moving, but aren't.
I feel sorry for them all.
"I pity inanimate objects", Godley and Creme (1979)

Ahí sentado, como una escultura que parece moverse, siento, para mi sorpresa, una profunda lástima por él. Qué difícil imaginar ahora que por las venas del joven leguleyo corrió una vez sangre caliente, cuando hoy, atrapado entre la mirada de Duchamp y su propia anodinia, no aspira sino a la revolución de los objetos. ¿Qué piensa cuando llega a un lugar? ¿Se siente frustrado al irse? ¿Suspiran acaso decepcionados esos ojos vidriosos?

Pervive aún en la retina su figura carismática elevándose sobre un charco de sangre dispuesta a defender las nobles causas como el Pantocrátor de una izquierda difusa. Aspirante a entrada de la Enciclopedia de la Historia Universal por la vía rápida, rescató a las tropas del infierno iraquí y tendió la mano a homosexuales, a mujeres sometidas, a ancianos, a inmigrantes e incluso a terroristas de buena voluntad. Cualquier desfavorecido tenía un sitio en el arca de la Alianza de las Civilizaciones nacida de su inspiración excepcional. Y por si no cabían todos, prometió 8.000 viviendas cada año, así como una enseñanza posmoderna y bilingüe como punto de arranque para el entendimiento universal. Con alguna excepción -Bush, la Santa Madre Iglesia, el PP y la Asociación de Víctimas del Terrorismo-, todo el mundo parecía hallar un poco de esperanza en aquel iluminado nieto de republicano sublevado y muerto que se había esforzado en librarse de la mili a base de prórrogas de estudio. En una nación de políticos penosos, o peor, todos suspensos, solo él se movía en el aprobado. Quizás por eso, por subirle nota y lograr su reelección, fue por lo que nació la P.A.Z. con el apoyo de Serrat, Almodóvar, Sabina, Víctor Manuel y su señora, Miguel Ríos, Concha Velasco, Núria Espert... y hasta Barenboim, Saramago, Carlos Fuentes y Ángel Gabilondo. Los de la ceja. Sin embargo, precisamente, sería esta adscripción ciliar la que marcaría el final de sus años dorados.

Reelegido en 2008, una crisis galopante y profundísima, que solo admitió a toro pasado, trazó el bucle fatídico por el que ZP habría de precipitarse hasta su actual condición vegetativa. Ante las consecuencias devastadoras del ladrillazo, los desempleados en plena explosión demográfica y el consumo y el PIB en caída libre, las tibias e inútiles medidas que adoptó no hicieron sino masacrar a aquellos desfavorecidos que había querido galvanizar, dando al traste con su vocación mesiánica. No sólo banqueros, empresarios y nacionalistas, sino también sindicatos, viejos amigos y una izquierda perpleja ante su inconsistencia ideológica, terminaron sumándose al deseo de exterminio de su enemigo declarado. No pasaba un día que no fuera zaherido en la plaza pública. Sampedro lo acusa. Cebrián lo deslegitima. Gabilondo lo afea. Reverte lo despelleja. El despropósito fue tan dramático que toda la sociedad, abandonada a su suerte entre cheques bebé, ministras preñadas y cruentos e injustos sacrificios, terminó dándole la espalda, mientras él, caballo en cacharrería, perdido en automatismos gestuales e impostaciones discursivas, sufría y languidecía en un rincón de su cerebro.

Incluso más allá de las fronteras españolas, donde por un tiempo, amparado en el filtro que impone la distancia, fue patrón de esperanza para progresistas e intelectuales, José Luis I el Monolingüe fue cayendo en desgracia. Lo vemos en Italia, en donde la expresión alla Zapatero, sinónimo de "buen gobierno", ha caído en desuso. Tampoco el documental de Sabina Guzzanti Viva Zapatero!, titulado así para poner de relieve la escasa libertad de expresión de los italianos aunque nada tuviera que ver con ZP, resulta hoy imaginable. Así, en el referéndum de junio pasado, la ocurrencia del movimiento derechista Popolo di Roma de asociar en sus carteles a Zapatero con el "izquierdista" Zingaretti, en tanto que representantes de la política alla Zapatero a erradicar, resultó nefasta. El PDR ignoraba que donde ZP, convertido ya en cenizo interestelar, posaba la mirada, no crecía la hierba. Ni qué decir que el resultado fue un descalabro para la derecha que culminó hace unos días con la dimisión de Berlusconi.

En su imparable deambular hacia la extinción, incluso sus compañeros fueron abandonándole. Desde las purgas iniciales de viejos camaradas de partido a su inoperante proceder en la tempestad de los mercados, pasando por la creación de cargos pintorescos, su mundo afín devino un sálvese quien pueda en el que sus más allegados empezaron a esconderlo en un intento de reducir la magnitud de un fracaso mayor que hoy sabemos inmenso.

Su apostolado, en suma, ha marcado la senda que ha conducido al socialismo español al coma histórico, a España a la ruina y a él mismo a la cosificación y al abandono. Sin embargo, viéndolo ahí, ahogado en la tristeza, convertido en un ente inanimado a punto de extinguirse, recuerdo I pity inanimate objects, la canción de Godley and Creme, y querría preguntarle si acaso cree que el oro de Fort Knox es un oro feliz o si hay otra opción para el azúcar que una taza de café o una de té. Me gustaría decirle, en fin, que comprendo las frustraciones de ser inanimado, y que la física es injusta, pero ya no me escucha. Animales, plantas, hongos, moneras y protistas, nadie quiere acercársele. Solo yo parezco sentir lástima por él.


Peppercorns don't move
until they contaminate the ice-cream
three weeks later.
Is the gold in Fort Knox happy gold?
I care about these things.
  

16 julio 2011

Sanfermines 2011. Retrato de una casquería


A lo largo de esta última semana, sentado delante de la tele, cien veces me he repetido que es una verdadera insensatez. De poco me ha servido que amigos cercanos me hayan insistido con entusiasmo en la jodida comunión entre lo popular y lo sublime de los Sanfermines. Después de leer Pamplona in July (1923) y Fiesta (1926), entre otros escritos, me siguen importando un carajo las razones que impulsaron a Hemingway a ir a Pamplona cada año por mucho respeto que él pueda merecer. Y tampoco las magníficas fotografías (Guerre à la tristesse, 1955) de la no menos respetable Inge Morath, reportera de Magnum y esposa de Arthur Miller, otro ilustre visitante, me han hecho cambiar el punto de vista. No hay nada que hacer. No soporto la fiesta. No encuentro en ella más que estupidez. Estupidez humana con mayúsculas. La misma estupidez que, por ejemplo, en El Rocío es irracionalidad y aquí es barbarie. Un mundo de tinieblas que, camuflado en atávicos endemismos y tendencias bravas, encontramos en las instantáneas de Julio Ubiña y Ramón Masats.

Sin embargo, lo que hasta aquí parece una sofocante regresión antropológica, se vuelve insulto a la inteligencia cuando la estupidez prospera entre quienes tendrían que erradicarla y, peor aún, se potencia con dinero público. Así, durante más de una semana, los Sanfermines, con el apoyo o la aquiescencia de políticos, intelectuales y artistas, son difundidos con gran despliegue por cualquier medio de comunicación que se precie, prensa seria incluida, al objeto de que se cuelen por nuestros sentidos, en nuestras casas, desde las primeras horas del día, en un intento de hacer que nos sintamos beneficiarios de un gran pastel de adrenalina cuya porción más generosa corresponde a los que corren en Pamplona delante de los toros.

Verdaderos seminarios de casquería intensivos, todos los telediarios arrancan con imágenes de batacazos, aplastamientos, hemorragias y cornadas y con sesudos recuentos de las desgracias más sangrientas del día, repetido todo ello en innumerables ocasiones. Sin embargo, llaman muy especialmente la atención, por encima de cualquier otro artefacto periodístico, las largas retransmisiones matutinas de La 1. Retransmisiones que he seguido, sin perderme una sola, durante 8 tórridos días de 7:15 a 8:30, a fin de penetrar en los secretos de este plato de gusto que, parece, soy incapaz de valorar. Y lo que he encontrado ha sido algo inenarrable: un dislate de zafiedad, de sinrazón, de demencia... Admito que no sé muy bien qué es lo que he visto. Como mínimo, la muestra de periodismo más deleznable que recuerdo.

Creo haber visto "periodistas," ataviados para la ocasión de rojo y blanco, estratégicamente repartidos entre el estudio y la calle -puntos negros, ambulancias, hospitales-, leyendo una y otra vez listados absurdos de heridos históricos, toros asesinos y tragedias terribles, y siempre atentos a las desgracias personales. Muy especialmente a aquellas más cercanas a la lesión crónica o la muerte (¿Cómo quedará el herido de Barakaldo tras su lesión de médula? preguntan cada día al médico sin obtener respuesta). 

También he visto mozos que, periódico en mano, se santiguan y cantan 3 veces a San Fermín porque -dicen- están jugándose la vida. Luego, por las calles, divinos, machos alfa, borrachos, guiris, putos bastardos, auténticos o falsos corredores, a miles, atropellados entre los toros o apilados por las aceras valorando la propia vida en una mierda. En ellos la sinrazón transfigura el lenguaje: un cencerro no es un objeto, un cabestro ya no es un animal. 

Y he visto caídas, pisoteos, enganches, puntazos, varetazos, derrotes... La cornada es la estrella. Al principio, esperando que llegue, todo parece de relleno: una tragedia histórica rescatada de la hemeroteca, un mozo corneado entrevistado en estudio mientras ve las imágenes de su propia cogida, o, más simple, alguien entrevistado en la calle en el lugar donde murió alguien. Luego, llega por fin la sangre: extremidades astilladas, traumatismos faciales, costillas y pómulos aplastados, cráneos arpados, puntadas en espalda y tórax, carnes abiertas, bucos sangrantes... todo ello desglosado en balances provisionales y definitivos, ubicado en los diferentes tramos del recorrido (Telefónica, Estafeta, Mercaderes...) y mostrado hasta la saciedad, a velocidades diferentes, resaltado con un círculo que llaman la lupa.

De pronto, en pleno éxtasis naïf, cuando ya los Sanfermines superan su ecuador, la presentadora lega a la posteridad, elevándola por encima de los miles de idioteces acumulados durante días, una perla definitiva: "El mayor atractivo es seguir a las víctimas y contabilizarlas". Y da en el clavo ciertamente la cretina, porque no hay más que eso. Clichés, boutades, imbéciles, casquería y sangre. ¿Para qué perderse, pues, en medias tintas? Para el año que viene, en lugar de tanta bazofia light, mejor sería -y más barato- programar un ciclo de películas, una por cada mañana, verdaderamente nutritivo. Ahí va mi propuesta. Espero que sepan disfrutarla.


El fotógrafo del pánico (Michael Powell, 1960)
La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974)
Zombi (Dawn of dead) (George A. Romero, 1978)
Posesión infernal (Sam Raimi, 1981)
Henry: retrato de un asesino (John McNaughton, 1986)
Braindead (Peter Jackson, 1992)
Saw (James Wan, 2004)
Encontré al diablo (Kim Ji-woon, 2010)






PS: Y para terminar, los Sanfermines 2011 sintetizados en imágenes. ¡Que lo veamos el año que viene!


17 junio 2011

Violencia. Welcome to the terrordome

A John Lennon, es sabido, algo le empujó a hacer una pequeña modificación en la letra de la segunda versión de Revolution. Si en la primera -agosto de 1968- se decía when you talk about destruction, don't you know that you can count me out, en la segunda lo que se oía cantar era ...you can count me out, in. En pocas semanas, su pacifismo de corte orientalizante, propio de la época y causa de estupor en los movimientos de izquierda, había cedido a sus incertidumbres en cuanto a los modos de luchar para cambiar el mundo, algo más acorde con su origen proletario.

Parecidas cuitas debieron de ocupar la mente del joven Ernesto, quien, no viendo otro modo de enfrentarse a la inmensa pobreza y la injusticia criminal que veía correr por las siempre abiertas venas de América Latina, decidió combatir al enemigo con sus mismas armas. De este modo, la lucha armada se extendió desde la cabeza del Che hasta las mismísimas orillas del río Congo.

En uno y otro, podemos ver cómo el fantasma de la violencia está siempre ahí, en nuestra cabeza, acechando en la oscuridad del pensamiento lobisome. Se sabe: las guerras las hacen los malos, pero también los buenos. Sin embargo, cuándo deciden estos adentrarse en el corazón de las tinieblas es un detalle muy difícil de pronosticar.

Los episodios acaecidos en el Parlamento de Barcelona han hecho correr ríos de tinta, torrentes de palabras, océanos de tweets en estos últimos días. La palabra violencia está por todas partes. Se cuestiona la violencia de los mossos. También la de los indignados. Todo el mundo anda enfrascado en determinar si tal o cual comportamiento constituye un acto de violencia inaceptable. Y en todos los casos, las datos se interpretan, se niegan, se ignoran o se tergiversan según sean los ojos que los miran. Básicamente, dos tendencias opuestas tratando de imponer un pensamiento único y una tercera vía abriéndose paso con gran dificultad a pesar de unos cuantos hechos incuestionables: que había policías infiltrados con más que probables turbias intenciones, que un salivazo o un manotazo indignados son formas de innegable violencia y que la gente sentada en el suelo aporreada por la policía era gente real y no de goma.

En fin, ¿para qué hablar más de ello? No importa ya tanto lo que ha pasado [pueden leerse al final diferentes interpretaciones de los hechos] como el papel que puede jugar la violencia en la España crispada que se nos viene encima. Parece claro que la insurrección pacífica es el arma principal con que cuentan los movimientos de protesta. Lo único a fecha de hoy capaz de desarbolar el andamiaje de injusticia, probablemente milenario, que se pretende combatir, y que, por tanto, debemos preservar como oro en paño. Sin embargo, convendría no ignorar ciertos supuestos que se derivan de la observación de los datos sensibles. Existen millones de parados, ancianos empobrecidos, gente sin casa por no pagar fraudulentas hipotecas, trabajadores con salarios de miseria y sin derecho a nada. Gente exprimida como naranjas que convive con deportistas, artistas, empresarios, ejecutivos y banqueros millonarios con mansiones de lujo, una casta en la que los mismos políticos aspiran a integrarse. Políticos que, en lugar de defender la justicia social, cobran varios sueldos, mienten sin pudor, intercambian alcaldías como si jugaran a los barquitos e incumplen sus promesas electorales. Políticos, en suma, que, con la intención de perpetuar un modelo corrupto, defienden a sus iguales, les tapan sus vergüenzas y los premian con cargos, con inyecciones de dinero o impidiendo que salgan a la luz sus secretas cuentas millonarias alojadas en paraísos fiscales.

En esta tesitura, si las situaciones de extrema injusticia que hoy se están denunciando se prolongan y la movimiento 15M decide mantenerse firme en sus justas reivindicaciones, un simple razonamiento lógico nos lleva, inexorablemente, a una conclusión única: habrá violencia. Venga de donde venga. Pero habrá violencia. Y en evitarlo debería poner todo el mundo el mayor empeño. De no ser así, habrá que irse preparando. A mí ya me parece estar oyendo a Public Enemy, invitándonos a entrar en un mundo de delirio y caos: welcome to the terrordome.

Mejor que no.





Para saber más

Enrique Dans (El blog de E.D.): NO
Antón Losada (El Periódico): No más lecciones de democracia
Joseba Elola (El País): Los indignados no son violentos
Daniel Díaz (Ni libre ni ocupado): ¿Soy yo el violento?
Carlos Taibo (Rebelión): El acoso al 15-M
Pilar Rahola (La Vanguardia): Indignados indignos