AEl que apaga la luz, Cecilio (que le salvó la vida), Dylan (a quien yo se la perdono) y Pío IX (al que no tengo el gusto de conocer)
En
Mondo Cane, donde rige la ley del hombre blanco, cuando por la mañana te
echas a la calle, lo haces ya con la razón incendiada por las conversaciones
que has tenido que soportar antes de levantarte de la cama. Mucho antes siquiera de haber llegado a entrever a través de la cortina un destello de luz. Los hechos se encadenan de forma natural: empieza uno en el edificio de enfrente, otro da acuse de recibo desde el jardín de al lado y la pareja del piso de abajo se lanza de inmediato a una
inclemente interacción. Un debate frenético, casi diario, que se prolonga a lo largo del día con la inestimable colaboración de ocasionales transeúntes.
Mundo Arcade
Ya
en la calle, con el machete entre los dientes y el café atravesado en el estómago luego de dos
horas de ladridos, te mueves con dificultad por un firme sembrado de
bombas que te impiden elevar
la mirada y disfrutar de la herencia artística que legó Roma a la
posteridad.Disueltas cuando llueve, petrificadas hoy que arrecia el calor, mierdas y mierdas de todos los colores, tamaños y texturas y gente de mierda con
perros de mierda inundan las degradadas aceras de una ciudad convertida
en una mierda inmensa y proverbial. A buen seguro, como en tantas otras.
Tierno amigo
Mientras
caminas por vía Garibaldi, te acuerdas de aquel niño que en las tardes lluviosas de Isla Calavera se pasaba las horas muertas detenido en la acepción "perro" de la
Enciclopedia de Ciencias Naturales de Bruguera y no te reconoces. ¿Qué fue de
aquel experto en mastines, alanos, retrievers, bodegueros y podencos? ¿Qué queda de aquella alelada pareja adolescente de enamorados con perrito? Casi seguro, nada. Y ademas, qué te importa. Acabas de pisar una mierda con tus Camper relucientes y no aciertas a hacer otra cosa que caminar en círculos maldiciendo a quienes tuvieron la ocurrencia, hace miles de años, de convertir lobos salvajes en vigilantes y pastores, propiciando la deriva genética de la que surgen las 450 razas modernas de perros, hoy relegadas a la estúpida condición
de mascotas.
Un recuerdo indeleble de tu mejor amigo
Eficaces en el combate contra la soledad y la depresión, hábiles en la detección de múltiples sustancias y capaces de identificar más de 150 palabras, de encararse al mismísimo
Bin Ladeno de ganar un oscar, de los perros se ha dicho que son un espejo en el que mirarse: listos, valientes, generosos y nobles. Y no son pocos los que los sitúan a la altura del hombre en la cadena evolutiva o incluso, como Pérez Reverte, por encima. Sin embargo, vistas las cifras de abandono y maltrato, no parecen minoría quienes detestan a estos polifacéticos cuadrúpedos que infectan de
excrementos nuestras ciudades, degradándolas hasta lo inadmisible, y nos transforman con sus ladridos en virtuales asesinos sin salir de casa. Por si esto fuera poco, los perros son portadores de parásitos y
enfermedades y no están exentos de un psicología compleja: son celosos, pesimistas, envidiosos y, lo que es peor, potencialmente agresivos. Los datos son tozudos al respecto: en Estados
Unidos, por ejemplo, donde nacen 2.000 perros cada hora, 4,7 millones de personas son anualmente víctimas de sus mordiscos. De ellos, la mayoría son niños, y de estos, la
mitad son mordidos en la cara. Concretamente, entre 1979 y 1996 se produjeron 183 ataques mortales. De manera que no parece que el perro sea precisamente el mejor amigo del hombre en Mondo Cane.
En fin, te limpias las botas como puedes y enfilas hacia al parque de Villa Pamphilj a tratar de aplacar tu deseo de venganza, pero no haces sino empeorar las cosas: encontrar en la yerba un espacio para extender la toalla libre de los innumerables zurullos escondidos es un ejercicio enervante. Y cuando finalmente te tumbas, muerto de asco, el horizonte es desolador: decenas de chuchos sueltos babeando, meando y cagando por todas partes, mientras sus propietarios departen relajados echando un cigarrito, y tú tratando de controlar el deseo de degollar a un cocker de mierda empeñado en mearte la mochila.Las multas, los cursillos, las bolsitas de plástico, las escasas y vomitivas zonas para perros, la creación de un banco de ADN canino... no son más que memeces, fuegos artificiales que no se toman en serio ni las autoridades. De hecho, hasta los 54.000 perros raptados en Italia y vendidos en el norte de Europa cada año te resultan claramente insuficientes.
Campo o barranco
Sabiduría china
Echado en la toalla, boca arriba, bajo el sol devastador de junio, proyectas desde la rabia un
mundo en guerra sin otro fin que la total aniquilación de Mondo Cane.Mientras miras al cielo, las imágenes se suceden en tu cráneo recalentado llevadas por la necesidad de encontrar esperanza por alguna parte. Eficientes policías apaleando a ciudadanos por negarse a recoger las cacas de sus alimañas aduciendo
que "solo había(n) orinado". Probos ministerios de Sanidad, sordos a las absurdas alegaciones de los amos, repartiendo salchichón envenenado por
calles y patios vecinales.Gobiernos que defienden el exterminio masivo de perros callejeros como parte esencial de su programa de limpieza urbana. Héroes anónimos que siembran de cebos con raticida parques y viviendas con jardín enRoma o
Zaragoza.
Cuestión de igualdad
Cuando, al caer la tarde, vuelves a casa, no menos furioso que cuando te
fuiste, los perros de la vecina te
reciben como te despidieron: ladrando desde el balcón como posesos
-especialmente el
beagle, al que con gusto asfixiarías con tus propias manos-. En tu
desesperación, ya no sabes si rociarles ácido sulfúrico o ponerte a
llorar, y te preguntas, rendido a la propia impotencia, si no habrá forma legal de proceder a la ablación de las cuerdas vocales de esos hijos de puta o deencarcelar a la maldita foca de la dueña, habida cuenta de que hay precedentes. Mejor aún: ¿por qué no comérnosloscomo en China, Filipinas, Suiza o Alemania? Pregunten en Corea del Sur: un plato exquisito.
Pese a todo, por inesperado que pudiera parecer -a ti el primero-, horas después, cuando ya todos duermen, te sientas frente al ordenador con un cerveza fría en la mano y empiezas poco a poco a asustarte de tus propios pensamientos. Ahora, en el silencio de la noche, las cosas te parecen más sencillas y te dices que no, que no, que tú no eres capaz detorturar a un perro hasta la muerte o deenterrarlo vivosólo por estar estresado. Convencido de ello, respiras entonces aliviado y, camino de la cama, crees haber encontrado una solución al problema en clave salomónica: mientras esperas la llegada del glorioso día en que los perros son desterrados de las ciudades, te conformarás con comprarte tapones de silicona y zapatos de suela lisa y, eso sí, con poder mear y cagar y escupir libremente por las calles tú también... Aunque... ¡Joder, mierda, otra vez! ¡Me cago en San Roque! ¡No va a haber más remedio que cortarles el cuello a esos putos cabrones!
N. B.Dylan es el único perro del mundo al que estoy dispuesto a aguantar.
Abres los ojos. Y no crees lo que ves. Y te restriegas los párpados hastiados en el alcohol y la vigilia de la noche anterior. Y los cierras de nuevo, para corroborar lo que se da por cierto a horas tan tempranas: estás soñando y no hay de qué preocuparse. Aprietas los ojos para aferrarte a un sueño, un chute de inspiración gratuito en una mañana preñada de sensaciones hiperlíricas sustitutivas.
Cuando los vuelves abrir, sabes que no pasa nada aunque estés en el cruce de Fratelli Bonnet (Raspberry Beret suena en mi cerebro alucinado). Piaggios, hondas, vespas,lambrettasy yamahas escupidas como enMario Kart se abren paso entre autobuses desquiciados y coches locos que escupen con desprecio sobre pasos cebra absorbidos por el tiempo y la espaguetinidad en un septiembre húmedo y tórrido. Y piensas con sosiego en los seres queridos, porque en la jungla de asfalto romano que te circunda, en tu delirio matutino, nada es real, pero el roce metálico de la muerte está ahí, persiguiéndote, aunque sea mentira.
Frenas como un resorte cuando, al echarte a la derecha para esquivar a unmotorinoque te adelanta por la izquierda, te encuentras con unareatade motos que te sobrepasa como una exhalación por ese mismo lado hacia el que te apartas y no hay espacio para ti. Vas a morir en tu sueño de mierda y cierras otra vez los ojos y te dejas conducir por un pasillo donde ya empiezas a ver una luz blanca.
Tratas de sobreponerte a no sabes qué y elevas los parpados por un momento: estás parado ante un semáforo enMondo Cesare. No sabes cuál es tu carril y los coches y las motos se apelotonan hasta no dejar ningún resquicio por el que respirar, pero no te importa, que les den por culo, tú estás viviendo un sueño. Te descubres repitiendo una y otra vez, sin saber por qué, misto restrallo, misto restrallo, misto restrallo. Es absurdo, porque en Isla Calavera, de niños, llamábamos misto restrallo a una china que se tiraba al suelo y soltaba chispas. Pero tú ahí, repitiendo una y otra vez misto restrallo, misto restrallo. Llegas a pensar que estás enloqueciendo, pero tú, a tu bola, pasas, porque cuando despiertes nada de esto estará sucediendo.
Cuando salta el verde, salen los coches y las motos en tropel, todos antes que tú, y tus retrovisores quedan mirando al este y al oeste, pero a ti no te importa. Sigues avanzando entre humos pesados y polveri sottili que no te afectan en tu naturaleza onírica y piensas que estás durmiendo con tu chica al lado y que son sólo cosas de tu alter-ego lo que ves. Si estuvieras despierto tratarías de comprender cómo el ayuntamiento no recoge mil cadáveres diarios de las avenidas, pero no te lo preguntas, es mejor disfrutar tratando de esquivar el autobús 115, que entra por la derecha como un demonio, y, cuando lo consigues, descubres que has llegado a la curva donde murió Cesare.
Imposible saber si el joven Cesare murió de un accidente circulatorio o cerebrovascular, como imposible es saber si fue como motorista o peatón, sin embargo, cuando dejas a tu derecha su foto, ya has llegado por fin al Trastevere, tu nuevo hogar, y tu chica te espera a punto de despertarse. Sería estupendo, tras tanta adrenalina segregada, echar un buen polvo matutino, pero, a estas alturas, ya no sabes si tu chica es una fantasía o si Cesare fue una aplastante realidad.
Cuando llega, casi siempre atraído por sus playas, su persistente sol y su clima templado, el turista no suele mostrar el más mínimo interés por los pliegues de la memoria anfibia de Isla Calavera -Paul Bowles decía que el turista no es un viajero, sino un idiota de viaje-. Pero Isla Calavera tuvo un pasado y, si algún visitante muestrainterés por él -pienso en los romanos recién llegados a la Turdetania preguntando por el pueblo tartesio-, lo que aflora son las conjeturas, la mitología autocomplaciente y la extrema incultura del nativo poniéndose estupendo ante un tiempo primigenio del que apenas tiene nociones y que, en cualquier caso, es incapaz de valorar.
Hubo, pues, aunque sólo perviva en escorzo en algunas cabezas, una edad de la inocencia que hoy queda muy al margen de las guías turísticas. Un tiempo de espacios abiertos y lagunas vivas, de casas encaladas y patios vecinales, y de seres que, junto con el hombre, atestaban la tierra y la marisma cuando el mar escupía peces inmensos. Un tiempo de niños que recorrían las calles y las huertas cavando agujeros buscando agua potable, y de viejos que lijaban en silencio las puntas de sus anzuelos oxidados.
Tiempo de soles despeñados del atardecer hacia poniente hoy rotos por macrohoteles que esperan a ser devastados por las bombas que ponga algún valiente mientras suenan Los Pixies en sus cascos (In sleepy west of the woody east, is a valley full, full of pioneer…). Eléctricos ocasos, contra los que se recortaba la figura encorvada de mi tío a la caza de pulpos y de sepias, mermados hoy hasta la aniquilación por la fuerza imperativa del hormigón y la chorrada. Frágil asiento de líquenes y sueños convertido en sucias avenidas atestadas de coches y cagadas de perro. Ritmo y cadencia de ecos ancestrales apagados por los rugientes coches tuneados de los canis y la insufrible cantinela que escupen los altavoces que el think-tank del ayuntamiento ha tenido a bien repartir por toda la ciudad.
Isla Cristina no aparece, pues, en ningún sitio. Ni siquiera en la Breve guía de lugares imaginarios de Manguel y Guadalupi.Pero está ahí, por todas partes, como epítome de tantos lugares masacrados por ayuntamientos de bajo perfil que han hecho de la idea del progreso continuo un velo para la mediocridad y un disfraz para los oscuros intereses. Ruina sepultada, en definitiva, bajo toneladas de fango y estupidez humana, el viajero tendrá que saber buscarla, porque Isla Crristina fue real como la vida misma. Yo la encontré en la mirada limpia, ajena al futuro incierto de su tiempo, de los niños de la foto. Una vieja foto que encontré en un mercadillo en cuyo envés aparecía escrito A mis abuelitos con todo el cariño de sus nietecitos, I.C. 1965. Aquí dejo constancia de ese dato.
The story's told, the dark has won. Once we set sail to catch a star. We had to fail, it was too far. [...] On this dark street the sun is black. The winter life is coming back. On this dark street it's cold inside
Conocí a los Cream un día de primavera del año 75 en mi pueblo extinguido. Manolo se había roto un pie -o se había quebrado un huevo, no recuerdo-, y cuando fui a visitarlo, a los pies de la cama, un amigo suyo de Avilés tocaba a la guitarra Sunshine of your love. El enfermo hacía coros cuando yo dije "hola" y nadie me escuchó, y empecé a aporrear el cubo destinado a los vómitos -debió de ser lo del huevo, pienso ahora-. De aquella jam-session salió un bootleg clásico en mi estantería, una caset que escucho una vez cada 15 años más o menos. Meses después, mi nuevo amigo me mandó desde Asturias Live Cream (vol. 1: 1970 /vol.2: 1972) y yo a él Four wheel drive (1975) de Bachman-Turner Overdrive. Yo salí ganando, claro está.
Desde entonces -aunque yo siga igual-, las cosas han cambiado bastante. Hoy casi nada sé del Manolo, y nada en absoluto de Fran, el asturiano -otros amigos asturianos ya se han muerto-, y la santa geografía incendiada de mi adolescencia perece convertida en un maldito zurullo de tráfico y cemento por culpa de unos sucios malnacidos. Sin embargo, los Cream siguen aquí, poniéndome. Flanqueado por el segundo ron solo, escribo "cream" en el buscador de Deezer y salen 270 resultados con dios en formato power-trío, y empiezo a escuchar mientras navego. O, para ser más exacto, empiezo a volar mientras escucho: qué importa si nadie va al meollo, ignorando el problema (a más gente más majaderos, o más consumidores, más cabrones, más ovejas); qué más da que los lugares que un día nos pertenecieron, aniquilados por mediocres políticos o interesados hideputas, sean sólo ya conexiones sinápticas en nuestros cerebros; a quién le importa desde aquí arriba si Clapton, que cotizó un trienio como heraldo divino, bajó de los cielos a Cova da Iria para hacer bulto entre tarados, lisiados y ciegos (Tommy, can you hear me?).
Pasa el tiempo y Strange brew, White room, Crossroads, S.W.L.A.B.R., Tales of Brave Ulysses, I'm so glad, Badge, Spoonful, Sweet wine, As you said, N.S.U., Lawdy mama, Sunshine of your love, Deserted cities of the heart... siguen poniendo banda sonora cuando no a borracheras a resacas, tanto en bautizos como en funerales, y me siguen poniendo a mí como una moto (y conste que el primer ron me lo tomé escuchando el fantástico Intimacy de los Bloc Party).
Se vaya, pues, donde se vaya, a fecha de hoy, el blues-rock-gps de los Cream sigue abriendo senderos a todos los destinos, a limbos, a romas saqueadas, a desiertas ciudades del alma y la memoria. Si dios ha muerto, larga vida a dios en tu nuevo destino. Y sin Fresh Cream (1966), Disraeli girls(1967) y Wheels of fire(1968), eres un pobre vagabundo camino de la muerte.
Sé que carezco de sentido del humor, pero, aun así, creo que la patochada puede tener resultados dramáticos para el futuro de la especia humana. Y no me hace puta gracia, la verdad. Tengo hijos.
Las puestas en escena de la política al modo americano han calado bien hondo en esta Europa que apoya y no la independencia de Kosovo según les salga o no de sus partes a sus miembros. Lo nuestro no es el caucus de Obama y Clinton, sino el mitin al modo nasioná de Pepe y Mariano. Sin embargo, el show está garantizado de igual modo: dos se ponen a platicar de cosas serias o de gilipolleces pobremente y todo el mundo al día siguiente, teledirigido por los medios, beberá los vientos por dar su opinión sobre un evento cuyo eco ya será vox populi más allá de las mismísimas y recurridas puertas de Tanhausser. Adereza este panorama un puñado de alternativos vocingleros con no muy buen expediente en educación para la ciudadanía y escasa generosidad, sea en el razonamiento o con el prójimo -lo mismo dan cardenales gallegos que políticas escuchimizadas-. Y hay todavía más: están la vulneración de los procedimientos, la arbitrariedad y la ligereza, un patrimonio en absoluto exclusivo de un bando en particular. Todo es lo mismo: políticos de laboratorio fieramente humanos.
¿Puede ofrecer, por tanto, soluciones este monstruo bicéfalo a los problemas de la gente? Pues, contrariamente a lo que podría esperarse, sí puede. Y no faltan ideas, no. La Navidad pasada, por ejemplo, el ayuntamiento de mi pueblo tuvo una loable iniciativa: hacer un roscón de Reyes de más de 100 metros, endulzando así el amargo panorama del cada vez más enladrillado litoral onubense y saliendo de paso, objetivo número uno, en los periódicos (eso es cultura: debo reconocer ante mi único lector que yo, de niño, no tenía ni idea de qué era un roscón, fuera de reyes o plebeyos). Y no ha sido menos brillante la ocurrencia reciente, de cara a las próximas elecciones generales, de incluir a un inspirado Saramagoen la nómina de luminarias fundacionales de la cultura patria: un Serrat que debió retirarse tras Mediterráneo, un Víctor Manuel del que habría que oír, allá en la mina, lo que piensa su abuelo, un Sabina que sepultó sine die la credibilidad de García Montero y una Ana Belén que… ¡bah! [Por cierto, ¿nadie ha caído en quién falta en el elenco?].
Así las cosas, no le veo ninguna utilidad al voto útil. ¿Para qué nos sirvió hace 4 años? Si la política se ocupa, como dice Muñoz Molina, de todo lo que no nos interesa verdaderamente, está claro que los políticos, éstos al menos, no nos sirven para nada. Lo que ya no me resulta tan sencillo es dar el siguiente paso: ¿abstención? ¿voto nulo? ¿voto en blanco? Tendremos que informarnos.