Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit
Plauto (254-184 a.c.)
Plauto (254-184 a.c.)
El martes pasado fui a perderme solo al recién inaugurado René Magritte Museum en el Mont des Arts. Hablar del valor de Magritte como pintor surrealista y figura poliédrica de la primera mitad del siglo XX no tiene aquí sentido, porque no soy quien ni este es el sitio, pero me impresionó una frase suya grabada en una pared. No la recuerdo literalmente, pero venía a decir que el progreso humano se había cimentado en el bien, o al menos en su búsqueda, lo que había permitido el vigoroso desarrollo del mal que él reconoce para su época, una idea que, alimentada en la lectura cotidiana del periódico, me viene acosando hace ya tiempo. Cuando, al salir del museo, entré en un bar a tomarme una cerveza y leer El País del día, esa idea se hizo aún más recurrente. Todo era de ir a mear y no echar gota.
Empecé por saber que se rearma Latinoamérica. Lo que es estupendo, porque gana Francia, que vende, y gana Brasil, que compra, y ganamos todos, porque así las importantes bolsas de crudo que se han descubierto en Brasil y que podrían atraer a desaprensivos no se quedan sin defensa. De este modo, el guardián de la Amazonia -Lula no churrasco en mi lecto- nos garantiza petróleo para un montón de años, y no menos dióxido de carbono, tan del gusto del mundo vegetal. Por cierto, que ni crisis ni hostias, el sector armamentístico sigue acumulando ganancias sin parar. Ahí están USA, Italia y Rusia -oro, plata y bronce, respectivamente, en la carrera filántrópica del presente curso armamentístico- para asegurar la capacidad de defensa de los pueblos de mundo. Tal es el espíritu de la democracia.
Del mismo modo hay que entender el apoyo internacional a Karzai: un apoyo pragmático a la pacificación del narcoestado afgano que se ennoblece en su capacidad de perdonar el magnifico pucherazo de su protegido en las recientes elecciones, al tiempo que Karzai, pastún sunní de probada nobleza y que no va a ser menos, promete dialogar con los taliban, gente sabia, lúcida y abierta, como todos sabemos. Vemos en ello que es nuestra capacidad para penetrar en la otredad lo que nos aúpa a la cima de la cresta evolutiva. Por ella podemos asumir y perdonar por qué Sudán condena a Lubna Hussein por llevar pantalones, aunque no lo entendamos de primeras. Los pantalones eran anchos, no es que fuera marcando mollete, pero eran pantalones, lo que contravenía la ley. Ella debía de saberlo. Es periodista. El tribunal de Jartum le ha impuesto una multa de 150 € -más de la mitad de la rpc anual en Sudán- y la ha condenado a 40 latigazos.
No debemos, en cualquier caso, atribuir este tipo de hechos al Tercer Mundo.
En Estados Unidos, grupos conservadores llaman a Obama bolchevique por alentar a los alumnos a cumplir con sus responsabilidades, lo que no es sino un obsceno intento de ideologizar las aulas que sitúa a don Barack a la altura de un pederasta.
En Italia, Berlusconi está triste. Los suspiros se escapan de la boca de este neosiffredi de biografía admirable con palitroque al servicio de su pueblo. Papi se siente injustamente tratado por la prensa comunista y seudocatólica -concretamente el 90%-. Por fortuna, la gran mayoría de los líderes políticos del mundo hablan con él y le dan ánimos y le visitan en su puticlub.
Y en Japón la promesa de Hatoyama de reducir emisiones contaminantes en un 25% para el 2020 no ha gustado un pijo a las grandes empresas. Hacerlo supondría, alegan, machacar la ya maltrecha economía nipona, lo que no es mentira en absoluto. Y además, de qué serviría esa menundencia dado el inminente apocalipsis del planeta a decir de Ban Ki-moon nada menos.
En la pell de brau, mientras tanto, los progres de ERC no tienen mejor cosa que hacer que andar buscando su independencia por cualquier resquicio. Más o menos lo mismo pero lo contrario que pasa con ese joven condenado por sustituir la bandera española por la republicana en un edificio oficial. Y es que resulta ya muy difícil distinguir al juez del delincuente. Lo vemos en Garzón, imputado por un delito de remover la mierda franquista, algo a todas luces de pésimo gusto, al tiempo que concejales del PP en A Coruña (¿dónde está eso?) se quejan de que el ayuntamiento ande retirando símbolos franquistas sin consultarle. También un concejal del PP se niega a que se retire en Granada una estatua de José Antonio. Y es que hurgar en las cloacas, a lo que es tan aficionado el superjuez, es de pésima educación y carece de otro fin que resetear el odio agazapado. Los herederos de Aznar saben muy bien, a qué negarlo, que las tendencias coprofágicas son aún más deplorables que otras filias (zoo, homo). De hecho, es este pulcro modo de proceder lo que explica la negativa de Rajoy a una investigación interna del caso Gürtel. Eso y que su think tank, afanado en suministrarle paridas diarias que difundir, perdería un tiempo precioso.
En Italia, Berlusconi está triste. Los suspiros se escapan de la boca de este neosiffredi de biografía admirable con palitroque al servicio de su pueblo. Papi se siente injustamente tratado por la prensa comunista y seudocatólica -concretamente el 90%-. Por fortuna, la gran mayoría de los líderes políticos del mundo hablan con él y le dan ánimos y le visitan en su puticlub.
Y en Japón la promesa de Hatoyama de reducir emisiones contaminantes en un 25% para el 2020 no ha gustado un pijo a las grandes empresas. Hacerlo supondría, alegan, machacar la ya maltrecha economía nipona, lo que no es mentira en absoluto. Y además, de qué serviría esa menundencia dado el inminente apocalipsis del planeta a decir de Ban Ki-moon nada menos.
En la pell de brau, mientras tanto, los progres de ERC no tienen mejor cosa que hacer que andar buscando su independencia por cualquier resquicio. Más o menos lo mismo pero lo contrario que pasa con ese joven condenado por sustituir la bandera española por la republicana en un edificio oficial. Y es que resulta ya muy difícil distinguir al juez del delincuente. Lo vemos en Garzón, imputado por un delito de remover la mierda franquista, algo a todas luces de pésimo gusto, al tiempo que concejales del PP en A Coruña (¿dónde está eso?) se quejan de que el ayuntamiento ande retirando símbolos franquistas sin consultarle. También un concejal del PP se niega a que se retire en Granada una estatua de José Antonio. Y es que hurgar en las cloacas, a lo que es tan aficionado el superjuez, es de pésima educación y carece de otro fin que resetear el odio agazapado. Los herederos de Aznar saben muy bien, a qué negarlo, que las tendencias coprofágicas son aún más deplorables que otras filias (zoo, homo). De hecho, es este pulcro modo de proceder lo que explica la negativa de Rajoy a una investigación interna del caso Gürtel. Eso y que su think tank, afanado en suministrarle paridas diarias que difundir, perdería un tiempo precioso.
En fin, que de todo esto y mucho más -un guante de Michael Jackson de 34.000 €, por ejemplo- habla el periódico. Se cuestiona incluso lo que calla. Oliver Stone, en su férrea defensa de esa bestia política que es Chávez, arremete contra la prensa estadounidense y europea -en concreto El País-, acusándola de ser poco creíble. Y Carlos Fuentes, que come de El País, pide una prensa que cuente la verdad, que es lo que falta en América Latina.
Sin embargo, llegados a este punto (¿me pido otra cerveza?), poco importa ya si la información es veraz o verosímil, parcial o falsa, porque el mundo es un pluscuamperfecto estercolero. El Man to man is an arrant wolfe (homo homini lupus) de Hobbes está pidiendo a gritos una pequeña anotación, porque su idea del contrato social, que había de alejar al hombre de la guerra, su estado natural, parece a día de hoy que no ha valido una mierda. El lobisome de Hobbes se veía impelido por dos fuerzas: el placer, al que tendía, y la muerte, de la que huía. Ahí estaba el progreso si se aceptaba el contrato. Y el hombre renunció a su derecho natural a hacer la guerra.
No obstante, devenido homo homini homo, el hombre ha resultado más letal que su alter-ego cánido, porque no es sólo el hombre bueno de John Locke o Rousseau, que también, sino el uomo stupido de Carlo Cipolla. Buscar la paz a todo trance haciendo caso omiso de la razón profunda de aquellas guerras de la edad oscura, pactar con civilizaciones imposibles, hacer de la corrección medida de la polis, acatar la desigualdad y la injusticia, sonreír al enemigo, convivir con la sinrazón, mirar hacia otro lado, poner la otra mejilla... Todo ello dejó vía libre al lobisome en su afán desenfrenado por la anexión de territorios.
Nuestro mundo al borde del apocalipsis parece no entenderse de otro modo. Perseguir aquel sueño trajo esta pesadilla. El crepúsculo se despliega ante nuestros ojos de ratas sin agallas. Obsérvalo sentado.
Sin embargo, llegados a este punto (¿me pido otra cerveza?), poco importa ya si la información es veraz o verosímil, parcial o falsa, porque el mundo es un pluscuamperfecto estercolero. El Man to man is an arrant wolfe (homo homini lupus) de Hobbes está pidiendo a gritos una pequeña anotación, porque su idea del contrato social, que había de alejar al hombre de la guerra, su estado natural, parece a día de hoy que no ha valido una mierda. El lobisome de Hobbes se veía impelido por dos fuerzas: el placer, al que tendía, y la muerte, de la que huía. Ahí estaba el progreso si se aceptaba el contrato. Y el hombre renunció a su derecho natural a hacer la guerra.
No obstante, devenido homo homini homo, el hombre ha resultado más letal que su alter-ego cánido, porque no es sólo el hombre bueno de John Locke o Rousseau, que también, sino el uomo stupido de Carlo Cipolla. Buscar la paz a todo trance haciendo caso omiso de la razón profunda de aquellas guerras de la edad oscura, pactar con civilizaciones imposibles, hacer de la corrección medida de la polis, acatar la desigualdad y la injusticia, sonreír al enemigo, convivir con la sinrazón, mirar hacia otro lado, poner la otra mejilla... Todo ello dejó vía libre al lobisome en su afán desenfrenado por la anexión de territorios.
Nuestro mundo al borde del apocalipsis parece no entenderse de otro modo. Perseguir aquel sueño trajo esta pesadilla. El crepúsculo se despliega ante nuestros ojos de ratas sin agallas. Obsérvalo sentado.
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