Elvira Lindo, cada día menos y menos inspirada, firma hoy en El País un inocuo qué bien-qué mal que existan los sobreentendidos con la intención de defender la corrección política -aun a pesar de reconocerle una obvia inadecuación lingüística- de Rodríguez Ibarra, quien, hace unos días en Onda Cero, se ha dejado decir que a Zapatero bien le valdría dejarse de gobiernos de mujeres, viejos y niños, acotaciones lastrantes ab initio, y pertrecharse de gente lúcida.
Así, hecha la salvedad de su poco respeto por las coordenadas pragmáticas del lenguaje, y tras explicar que lo que quería significar el inefable Ibarra era la necesidad de lucidez de que adolece la clase política, pero no denostar a esos históricamente sufridos vectores de la sociedad española, concluye (¿?) la Sra. de Muñoz que, a fin de cuentas, el presidente Rodríguez, nuestro Zapatero, no es ni niño ni viejo ni mujer -que se sepa, claro, que con Pedrojota ya tuvimos una sorpresa-.
Pero... ¿no es lo mismo una cosa que otra? Si adoptar esos clichés hechos de plástico e insensatez para configurar el gobierno de una nación nos depara lindezas del calibre de la Aído, la anodina joven miembra, o del anciano demiurgo Solbes, ¿a qué no nos va a conducir acotar todo el panorama político español a ¡¡Rajoy y Zapatero!!? Basta dirigir la mirada hacia el paisaje que se dibuja ante nosotros con la inminente reunión del G-20 para hacerse uno una idea. Y si no se me entiende, ya lo explica un impostado y acartonado Zapatillas.
Obsérvense, si no, las superesposas de los superhéroes del G-20: Sonsoles, Michelle, Margarita, Sarah, Laureen... Con qué solvencia alternarán con principes y reinas, con qué disimulo malsano escudriñarán los modelazos, diseñados para la ocasión, de sus homólogas, cuánto savoir-faire desparramado mientras lo mismo hablan de zapatos que de oenegés, cuánta sobriedad en medio de saraos y cenas exquisitas (Jamie Oliver a los fogones, por dio$$$$$$), qué derroche de elegancia y humanidad purificando el aire del centro oncológico de turno... Y todo ello al mismo tiempo que sus supermaridos, con el universo congelado en el número 20, andarán, en una hazaña digna de Ediciones Marvel, salvando el planeta, un planeta capitalista donde el capitalismo no es el problema; un planeta que hay que salvar con su capitalismo, porque, si no, la historia nunca se lo perdonaría -Sarko, cegado por la megalomanía, dixit-. No sé si se me sobreentiende...
Parece absolutamente necesaria una revolución que acabe con este nuevo Antiguo Régimen y dé pasaporte a esta casta de políticos contemporáneos que perpetúa sus arbitrariedades e injusticias.
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