El siguiente texto, originalmente en italiano, ha sido extraído de una entrevista a Ernesto Burgio, coordinador del Comité Científico Isde-Italia (International Society of Doctors for the Environment) especializado en daños a la salud humana asociados con diferentes clases de contaminación. La entrevista puede oírse en el vídeo colocado al final del texto. Mientras oímos a Burgio argumentar sobre la posibilidad de que hoy mismo, 24 de marzo, pueda llegar o no a Europa, a Italia, una nube radioactiva proviniente de la central nuclear de Fukushima, se hace evidente que quien hoy apoya la energía nuclear no puede ser otra cosa que un interesado, un inconsciente o un ignorante. Da pavor pararse a pensar lo que aquí se dice. Lo que dice un experto.
En estos días recibimos, lógicamente, muchas preguntas respecto al problema de la radiación en Japón y a la posibilidad de que se extienda al resto del planeta. Una cuestión muy delicada y compleja, aparte de difícil de manejar, porque las cifras oficiales, las oficiosas y las que tratamos de recabar son, de alguna manera, contradictorias entre sí. Y es que está claro que, cuando hay un incidente de esta naturaleza, las autoridades suministran una información que no se puede decir que sea la más veraz, sobre todo porque está enfocada a otro tipo de problemas, esencialmente no alarmar y no provocar, por ejemplo, daños económicos...
Así, lo que de verdad ha sucedido en Japón no lo podemos saber oficialmente, lo podemos intuir. Muy probablemente, los daños de las centrales nucleares han sido significativos. Y probable es también que no se haya producido una fusión completa de los reactores, aunque no es menos cierto que se ha producido una notable dispersión de radiación ionizante por varias razones. En primer lugar, porque las explosiones, seguramente ligadas a un aumento de la presión y a la dispersión de algunos gases, como el hidrógeno, han determinado de por sí la dispersión de las radiaciones ionizantes. Pero también porque, en la fase sucesiva, que es la de intentar enfriar los sistemas lanzando toneladas de agua de mar, lo que también daña las instalaciones, se crea una nube de isótopos y otros elementos radiactivos que se extiende no sólo al área adyacente a la central, provocando, como sabemos, la evacuación de 200 a 250.000 habitantes, sino también a otros lugares en función del régimen de vientos.
Los datos que se han filtrado son, pues, por el momento, fragmentarios e inciertos. Lo que es seguro, porque es oficial, es que se han liberado algunos radioisótopos, los más ligeros, como yodo 131 y cesio 137. Y sobre ello hay que reflexionar, porque esto ha ocurrido con toda seguridad. Que también se hayan dispersado radioisótopos más pesados y, en cierto modo, más peligrosos, como el circonio y el plutonio, no podemos asegurarlo. Esperemos que no sea así. Se verá en los próximos días o meses, o cuando haya un final, pues todavía continúa la incertidumbre en torno a Chernobyl a pesar de los 25 años transcurridos.
Cuando el yodo radiactivo y el cesio 137 se liberan, la principal consideración que hay que hacerse es la siguiente: el yodo tiene como principal característica una vida media corta, pero qué significa esto exactamente. Significa que permanece en el aire, el agua, en la cadena alimentaria unos 10 días, lo que implica graves lesiones en el tiroides. De hecho, a partir de Chernobyl se constata un muy significativo aumento de los tumores de tiroides, especialmente en los niños -el carcinoma tiroideo-, y no sólo en Ucrania o Bielorrusia, sino también en áreas más distantes de la central nuclear, ya que el tiroides capta el yodo 131, cuya radioactividad determina su patología.
Sin embargo, como se ha dicho, son, relativamente, efectos a corto plazo. Por el contrario, lo que pasa con otros elementos radiactivos, en particular el cesio 137, es que los isótopos perduran décadas, con una vida media de 30-40 años, en la cadena alimentaria. Ello comporta un riesgo enorme. Ni siquiera en relación a Chernobyl, la mayor parte de los datos epidemiológicos de estos años está exenta de una evaluación poco seria acerca de las consecuencias reales. Es probable que los isótopos que se han mantenido mucho tiempo en la cadena alimentaria hayan causado más daño del oficialmente considerado. Por ejemplo, un aumento de la leucemia, especialmente la infantil, se está monitorizando tras Chernobyl en los últimos años. Y probablemente eso no se circunscriba sólo a las áreas cercanas a la central, sino a toda Europa; por ejemplo a Grecia e incluso, recientemente, a Escocia. Se trata de entender, por tanto, lo que significa que una nube radiactiva pueda extenderse miles de kilómetros.
Y es lo que está sucediendo en Japón: el cesio 137 se ha liberado, sin duda, en cantidades suficientemente significativas como para afectar en los últimos días, por ejemplo, a las verduras de hoja ancha. Son datos oficiales. En los mercados de Japón, pues, debe haber una contaminación mayor que la que alguna gente quiere creer.
Seguramente es un dato esperanzador que el viento haya soplado en estos días desde tierra hasta el mar, porque eran vientos siberianos que venían de NO hacia el SE que se habrán llevado una buena parte de estos contaminantes radiactivos hacia el mar. Y no es que sea una buena noticia, porque probablemente el plancton y la cadena alimentaria marina han sido contaminados, pero hubiera sido peor que el viento se hubiera dirigido a Tokio, donde viven 35 millones de personas. Son estos los datos sobre los que tenemos que reflexionar.
En lo que respecta a los efectos sobre la salud, quienes se han visto directamente expuestos a dosis masivas de radiación, como los operadores que han tenido que intervenir de urgencia en la central, sin duda habrán sufrido daños biológicos definitivos que se manifestarán en los próximos días o semanas en la médula y en otros órganos y tejidos que directamente afectados por la radiación.
En cuanto a la población en general, las consideraciones son muy variables, porque, en lo que atañe al yodo 131, los efectos se verán en los próximos meses o años. Sin embargo, si hablamos, contrariamente, de radioisótopos como el cesio 137 o de otros como el plutonio, habrá que esperar años. Y eso siempre que el incidente de Japón se mantenga en las dimensiones de gravedad actuales (...) y no empeore, es decir, que no haya fusión definitiva del núcleo, lo que supondría emisiones mucho más elevadas de sustancias radiactivas (parece que en una de las secciones de la planta había escoria, material radiactivo aún más peligroso). En fin, este es aproximadamente el retrato que se puede hacer a partir de los datos oficiales y oficiosos.
Hay proyecciones absolutamente divergentes. Actualmente existen previsiones de algunos sitios franceses que muestran cómo la nube radiactiva ya habría alcanzado sobradamente América del Norte y que estaría incluso propagándose. La cuestión estaría en ver en qué medida, porque también es posible que algunas sustancias radiactivas, radioisótopos, se hayan distribuido ya en una parte sustancial de la atmósfera. Pero es extremadamente difícil obtener datos fiables sobre cuánto realmente se está extendiendo.
De acuerdo con la proyección de un ente reputado como Meteo France, a partir de mañana podría llegar a Europa, al menos en parte, el yodo 131, que, a nuestro entender, se propaga de inmediato. Por esta razón, en los Estados Unidos y también en Europa se está un tanto a la caza de yoduro de potasio, que es, en la práctica, yodo que se puede tomar por vía oral y que satura los receptores del tiroides impidiendo los daños que ocasiona el yodo 131. En fin, podríamos aconsejar comprar yoduro de potasio, antes de que desapareciera del mercado, y esperar a los próximos días para ver si es necesario tomar un poco por cautela, pero por ahora no parece necesario.
Ernesto Burgio, 23/03/2011
(traducción del texto original en italiano: Fukushima arriva in Italia)
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