Hafida no tiene muchas amigas. Es desconfiada, egoísta, cizañera. Cuando el viernes se acerca al hammam, no habla casi con nadie, pero su mirada, que lo atraviesa todo y parece capaz de cualquier cosa, sobrevuela por encima de la grasa y el óxido. Parece muy segura de sí misma y no estar para gilipolleces. Así que no va a meterse en el agua con un kaftán como tantas otras. Hafida, eso sí, tiene un buen par de tetas.
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