01 marzo 2008

El voto inútil

Sé que carezco de sentido del humor, pero, aun así, creo que la patochada puede tener resultados dramáticos para el futuro de la especia humana. Y no me hace puta gracia, la verdad. Tengo hijos.
Las puestas en escena de la política al modo americano han calado bien hondo en esta Europa que apoya y no la independencia de Kosovo según les salga o no de sus partes a sus miembros. Lo nuestro no es el caucus de Obama y Clinton, sino el mitin al modo nasioná de Pepe y Mariano. Sin embargo, el show está garantizado de igual modo: dos se ponen a platicar de cosas serias o de gilipolleces pobremente y todo el mundo al día siguiente, teledirigido por los medios, beberá los vientos por dar su opinión sobre un evento cuyo eco ya será vox populi más allá de las mismísimas y recurridas puertas de Tanhausser. Adereza este panorama un puñado de alternativos vocingleros con no muy buen expediente en educación para la ciudadanía y escasa generosidad, sea en el razonamiento o con el prójimo -lo mismo dan cardenales gallegos que políticas escuchimizadas-. Y hay todavía más: están la vulneración de los procedimientos, la arbitrariedad y la ligereza, un patrimonio en absoluto exclusivo de un bando en particular. Todo es lo mismo: políticos de laboratorio fieramente humanos.
Zaparrajo
¿Puede ofrecer, por tanto, soluciones este monstruo bicéfalo a los problemas de la gente? Pues, contrariamente a lo que podría esperarse, sí puede. Y no faltan ideas, no. La Navidad pasada, por ejemplo, el ayuntamiento de mi pueblo tuvo una loable iniciativa: hacer un roscón de Reyes de más de 100 metros, endulzando así el amargo panorama del cada vez más enladrillado litoral onubense y saliendo de paso, objetivo número uno, en los periódicos (eso es cultura: debo reconocer ante mi único lector que yo, de niño, no tenía ni idea de qué era un roscón, fuera de reyes o plebeyos). Y no ha sido menos brillante la ocurrencia reciente, de cara a las próximas elecciones generales, de incluir a un inspirado Saramago en la nómina de luminarias fundacionales de la cultura patria: un Serrat que debió retirarse tras Mediterráneo, un Víctor Manuel del que habría que oír, allá en la mina, lo que piensa su abuelo, un Sabina que sepultó sine die la credibilidad de García Montero y una Ana Belén que… ¡bah! [Por cierto, ¿nadie ha caído en quién falta en el elenco?].
Así las cosas, no le veo ninguna utilidad al voto útil. ¿Para qué nos sirvió hace 4 años? Si la política se ocupa, como dice Muñoz Molina, de todo lo que no nos interesa verdaderamente, está claro que los políticos, éstos al menos, no nos sirven para nada. Lo que ya no me resulta tan sencillo es dar el siguiente paso: ¿abstención? ¿voto nulo? ¿voto en blanco? Tendremos que informarnos.

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