21 mayo 2011

Spanish Revolution. Introducción e instrucciones de uso

Presa de un inquietante desconcierto, la sociedad española anda buscando desesperadamente las coordenadas exactas de lo que, por el momento, ha venido en llamarse spanish revolution. Gestado durante meses en la red y alumbrado el pasado día 15, un nuevo mayo glorioso ha tomado la calle con una trascendencia inesperada y las protestas, a un día de las elecciones municipales, se extienden como la pólvora por el país e, incluso, más allá de sus fronteras. Fruto de un insatisfacción largamente rumiada que, hasta hace una semana, ni al poder ni a la prensa parecía interesarles en exceso, la revuelta se ha convertido en tema inevitable en diarios, tertulias "profesionales", redes sociales o la calle, sin que las explicaciones, por superficiales, sesgadas o interesadas, resulten suficientes por ahora. A un millar de cuestiones sobre sus raíces, gestación, desarrollo, objetivo y futuro sucede un millón de respuestas, simples o complejas, que, en cualquier caso, ponen siempre de manifiesto una realidad social nada trivial.

Hay que remontarse, entre otras, a iniciativas ciudadanas como Juventud sin Futuro o No les votes -que instaba a castigar a los partidos que habían apoyado la Ley Sinde- y llegar a ¡Democracia real ya!, para penetrar en las razones de cómo y por qué miles de personas, homogeneizadas, en su extrema diversidad, en un clamor unánime que apunta a los "políticos" como causa directa de su malestar, se han lanzado a la calle en más de 60 ciudades. Suena el eco de Conoce a tu enemigo de Green Day en medio de tanta confusión: la que brota de la amalgama de hechos y sujetos implicados y la que buscan quienes pretenden boicotear o apropiarse de la nueva coyuntura. No somos marionetas en manos de políticos y banqueros se leía en una pancarta el 15M, aunque mejor sería dirigir el punto de mira a jueces y periodistas, más cercanos que la abstracción simbólica de la desigualdad que representan los banqueros.

Políticos principalmente, sí, pero también jueces y periodistas pueden considerarse, en mayor o menor medida, responsables de la degradación social que impulsa la ola de protestas. Políticos corrompidos, doblegados por los mercados, dispuestos a privatizar los bienes del estado al tiempo que manejan partidas de dinero público; políticos, aspirantes a élites y propensos a flirtear con los poderes fácticos, puestos ahí con el dinero de banqueros que pagan las campañas de esas empresas ineficientes, burocráticas y corruptas en que se han convertido sus partidos. Jueces politizados que impulsan una justicia que secunda y favorece la indiferencia ante la corrupción, la prescripción de los delitos, la desigualdad en los delincuentes y el valor del dinero como herramienta del derecho. Y periodistas convertidos, en su mejor versión, en meros informadores que transitan una senda, marcada por las líneas editoriales, que los invita a no internarse en la oscuridad del bosque traicionando, así, su principal cometido: buscar la verdad y contarla. Se sabe, por ejemplo, aunque hoy la tendencia haya cambiado bastante, que las primeras manifestaciones del día 15, a las que sólo acudieron 2 ó 3 de los grandes medios, tuvieron una muy escasa cobertura. [Obsérvese el cambio de tendencia a lo largo de la semana]

Son ellos, políticos, jueces y periodistas -por fortuna, no todos- quienes, en lugar de contribuir a crear una sociedad éticamente asumible, la narcotizan con sus malas artes, haciéndola insensible a incontables ruedas de molinos que, a lo que parece, deben resultar normales, por inevitables, por mucho que por las calles se escuchen preguntan como las siguientes:

- ¿Por qué María Dolores de Cospedal ganó 240.000€ en 2009 y mi padre no llegó a 8.000? ¿Por qué a un diputado se le retiene sólo el 4,5% de su nómina aunque se llame Cospedal? ¿Por qué la jubilación de un diputado alcanza los 74.000€ y es compatible con otros ingresos y la de cualquier ciudadano tiene un tope de 32.000 y no lo es? ¿Por qué un diputado, por inútil y corrupto que pueda llegar a ser, cobra una jubilación completa con sólo 7 años de función en el cargo y los demás necesitan 35? ¿Por qué tantísimas prebendas?

- ¿Por qué Rajoy, posible presidente de España, se ríe de los españoles cuando un día destaca el limpio historial de Bauzá y al siguiente apoya a Camps, acusado de corrupción y pendiente de juicio?

- ¿Por qué Alfredo Sáenz, del Banco de Santander, ganó en 2010 casi 10 millones de euros y el pobre de César Alierta, de Telefónica, sólo 8.600.000?

- ¿Por qué El País nos muesta a Juan Cruz y Gay Talese zampánsose un desayuno de 40€ y El Mundo nos enseña una casa de 5 millones -como la de Cristiano Ronaldo-, si cualquier rebelde sin casa desayuna por 2€ en el bar de la esquina?

- ¿Por qué antes para oír un disco lo compraba y lo grababa tantas veces como quería y ahora tengo que comprarlo, pagar Internet cada mes y no puedo darle el uso que me parece?

En suma, ¿por qué músicos, actores, deportistas, banqueros, famosos, nobles y políticos, entre otros elegidos, pertenecen a una casta especial cuyo trabajo se valora más que el de un agricultor, un marinero o un bombero?

Este muestrario mínimo de tropelías históricamente admitidas muestra cuál es el combustible que ha puesto en marcha la maquinaria del 15M. Despilfarros, corrupción, arbitrariedades, desigualdades, fastos insultantes, huecas celebraciones y palabras destinadas a adormecer los datos en medio de una crisis galopante. Así las cosas, la gente, atrapada entre el socialismo esperpéntico de Zapatero y un futuro que se llama Mariano, sin trabajo y sin saber a quién votar, ha decidido mandar muchas cosas a tomar por culo, empezando por la corrección política, y lanzarse a la calle sin miedo. Nada nuevo, por otra parte, que no haya estado en el origen de cualquier revuelta acaecida desde que nació la propiedad privada (con el paso de las sociedades recolectoras-cazadoras a las agrícolas-pastoriles) hará unos 10.000 años. En principio, no es más que un levantamiento social con todos los ingredientes consustanciales al drama humano de las sociedades jerárquicas. En síntesis, mantener o perder privilegios o, dicho de otro modo, apuntalar o destruir las fronteras entre pobres y ricos. Palabras mayores.

Hay, sin embargo, en estos movimientos un rasgo diferencial, una marca lo suficientemente distintiva como para pensar que podemos estar ante la última gran revolución social: Internet, la herramienta más revolucionaria que se pueda imaginar. Ahí está la clave. Internet es lo que distingue estas protestas del experimento fallido del 68 y lo que, a través de las redes sociales, las ha posibilitado. No en vano, todo empezó cuando la gente, reacia a echarse a la calle por otra cosa que no fuera el fútbol, se manifestó contra la Ley Sinde, que pretendía a su manera poner las zarpas del capitalismo feroz en un mundo en donde no gustan los territorios vírgenes. Y es este factor crucial el que me parece un tanto olvidado, o subsumido, en las asépticas y bienintencionadas reivindicaciones generales del movimiento 15M: preservar el conocimiento libre, la privacidad y la neutralidad en la red que amenazan el ACTA y propuestas como la Ley Sinde debería ser una consigna prioritaria. Si no se logra, se habrá perdido todo.

Hay, además, otros aspectos inquietantes a considerar en torno al mayo español. A la dificultad intrínseca de encontrar soluciones a la compleja maquinaria averiada en que se ha convertido la sociedad, se añaden otros peligros. Desde fuera, se intenta deslegitimar el movimiento, ridiculizándolo, minusvalorándolo, tratando de absorberlo o, sencillamente, reprimiéndolo, aunque ello no haga otra cosa que mostrar la importancia de los acontecimientos. Es asimismo obvio que, desde dentro, el peso de algunos líderes podría desvirtuar las inquietudes colectivas. A veces, se ven alegrías desmesuradas y gente hiperestimulada que parece andar jugando a la revolución. Otras, se oyen análisis muy alejados de la realidad e, incluso, manifestaciones de vergüenza ajena. Boutades o intrascendencias dichas por algún pope pueden tener más eco que aportaciones serias hechas por desconocidos. De hecho, la propia arquitectura de las redes sociales ya comporta peligros. El esquematismo de los mensajes puede muy fácilmente favorecer la demagogia.

No parece, en resumidas cuentas, que estemos ante una empresa fácil, a la que, por lo demás, no acertamos a vislumbrarle tan siquiera un futuro inmediato. Por desgracia, todos compartimos idéntico genoma y la historia nos demuestra lo que se puede esperar de nosotros, independientemente de dónde hayamos construido las trincheras. Sin embargo, sea como fuere, la spanish revolution ya está en marcha y podría ser nuestra última gran oportunidad. De modo que, aunque aún no sepamos adónde puede conducirnos, abre un evidente resquicio para la esperanza que será mejor no desperdiciar. A fin de cuentas, tenemos derecho a soñar y, afortunadamente por ahora, soñar sigue siendo gratis.

2 comentarios:

  1. "la historia nos demuestra lo que se puede esperar de nosotros" Por eso precisamente, a pesar de los pesares y aunque no queda nada bien, soy optimista. Ah, y por qué en inglés esta #spanishrevolution #spainisdifferent #spainispain

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  2. Además, cuando se ponen a dieta, los optimistas pierden peso con más facilidad que los pesimistas: http://bit.ly/irXrKd Eso que ganáis.

    En cuanto al nombre, la verdad, no sé por qué se ha popularizado en inglés.

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