Cuando das el último trago al café, ya has descodificado la misma información más de 40 veces. Como todas las mañanas, diáconos, deanes, capellanes, obispos, cardenales, y hasta papas, clérigos todos, curas silentes y afanosos sin más encomienda que la entrega, aparecen una vez más en el punto de mira de abyectos periodistas lanzados con malas artes a una campaña febril de desprestigio.
La prensa no parece ocuparse de otra cosa, pero bien le valdría no olvidar una dualidad casi axiomática: los curas son portadores de una tarea sagrada, sí, pero también son hombres; y los niños, quién se atreve a negarlo, no son otra cosa que un regalo de dios. Es por ahí, por esa grieta, por donde los curas, representantes de un dios acaso no tan deseado como deseante, se despeñan cada poco cayendo en el más perdonable de los pecados capitales después de la gula y la pereza. La lujuria. Por fortuna, los niños no cuentan con armas para defenderse y los tocamientos, restregamientos, intimidaciones, felaciones, masturbaciones, penetraciones y otros comportamientos privados a los que se han visto históricamente sometidos se han ido quedando siempre en el lugar que por naturaleza les correspondía, esto es, en la esfera de la privacidad. A veces, sin embargo, esto no ocurre, y las noticias de abusos sexuales a menores alcanzan el ámbito de la prensa, la policía o los jueces. Así se explica la saturación de informaciones pedófilas que tan incómoda empieza a resultarnos estos días cada vez que abrimos un periódico o encendemos la tele. Una situación, antiestética por demás, que impide mirar para otro lado, como ha venido siendo habitual, y que tiene en la prensa, podrida de intolerancia y odio, a su principal valedora. Una situación, en esencia, en la que se tiende a ignorar que Dios es el único juez.
En este contexto, parece pertinente rescatar Operazione: petrofilia (Operation: pedopriest en inglés), el videojuego gratuito que creó en 2007 Mollenindustria, dígase Paolo Pedercini. En el juego, por el que Pedercini tiene aún una cuenta pendiente con la justicia, nuestra misión será adiestrarnos como silenciadores para que niños que han sufrido abusos, así como familiares y testigos no puedan ponerse en contacto con la policía. Y si fallamos en el intento, podremos usar el deus ex machina, un helicóptero, para abducir a los agentes. Se trata, en fin, de evitar el apresamiento de curas, manteniendo un código de silencio que afecte a las instituciones y la policía a la espera de que la prensa y la opinión pública vuelvan a mirar hacia otro lado.
Molleindustria, que cuenta con otros juegos igualmente didácticos, pretende con Operation: pedopriest que tomes conciencia de la insostenible situación en la que vive actualmente el clero. Y todo ello, sin que te cueste un euro y, lo que es mejor, sin que tengas que salir de casa. Es decir, sin riesgo a que te rompan el culo. Pruébalo si te parece.
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